miércoles, 7 de marzo de 2012

DOLOR (FICCIÓN)

Nunca voy a poder olvidar la cara de mi madre, mientras estaba tumbada en el suelo y mi padre chillaba como un energúmeno. Mi padre en aquella época tenía dos trabajos para poder mantenernos a los cinco hijos que tuvo con mi madre. Ella había dejado de trabajar por decisión de mi padre. Uno de sus trabajos era en una antigua fábrica de hilo, la más antigua de España, que se encontraba en mi pueblo. La mayoría trabajaban allí y aunque pagaban bien por el turno americano que realizaban, mi padre quería que Eloísa, así se llama mi madre, estuviera en casa cuidándonos de nosotros; por eso él, tuvo que coger otro trabajo, ayudando a un carpintero a montar muebles, persianas y otro tipo de muebles. Con los dos sueldos nos mantenía a todos incluso nos podíamos permitir el lujo de irnos de vacaciones, a un camping de la costa catalana, pero desde que mi madre había dejado de trabajar, su carácter había cambiado. Más el de mi padre, que se creía dueño de todo e imponía reglas que jamás se me hubiera pasado por la cabeza. Al principio yo no me daba cuenta de lo que ocurría, era demasiado pequeño y también porque mis hermanos ocultaban muchas cosas. Soy el más pequeño de los cinco y eso siempre tuvo su ventaja, en el sentido, que siempre estuve al lado de mi madre hasta que empecé el colegio; era muy madrero; hoy en día la adoro, la quiero y la cuido junto a mi esposa, pero a veces no entendía, ya de mayor, porque nunca se había separado de mi padre.

Recuerdo aquel día como si hubiera ocurrido ayer; mi padre había comprado un video BETA. El de la tienda, les convenció que está marca iba a ser un repunte, cuando fue todo lo contrario. Le costó dos ciento veinte mil pesetas de aquella época. Un capricho muy caro que seguramente no necesitábamos, pero que él nos quiso premiar el día de reyes. Pues la verdad que fue una gran sorpresa para todos y sí nos fue de gran utilidad, pero cuando al cabo de un tiempo, breve, fue cuando le dijeron que iba a desaparecer y que VHS había despuntado, incluso mucho más barato, a mi padre casi le da algo; con el tiempo nos lo cambiemos, pero le dolió a verse gastado ese dinero, quizás tan precipitadamente. Claro, no podía saber que eso iba a ocurrir. Pero este no es la cuestión, porque puedo entender su enfado, la cuestión es lo que paso aquel día; estábamos todos comiendo, juntos, hablando de los dibujos que íbamos a ver esa tarde; mi padre quiso probar una de las películas que había traído del videoclub, pero la tarde anterior, no recuerdo quien fue, alguien había puesto una película y se le olvidó dentro. Me mandó a mí a poner la película, cuando encendí el video y quise introducir la película, le dije que no podía, que no entraba; mi padre iba enfureciéndose cada vez más; me grito inútil, dando golpes en la mesa. Mi madre trato de defenderme y mi hermana mayor también. A ella le arreó una hostia, con la palma abierta, cayendo al suelo. Me puse a llorar, por nervios, por temor a lo que me iba hacer a mí, si aquella maldita película no entraba. A mi madre, la pegó también, tirándola al suelo, con la silla y la situación se le fue de la mano. Con correa en mano, me empezó azotar, bien fuerte, hasta que mi hermano, no sé si acordándose de que había otra cinta dentro o porque pensó en eso, sacó la película. Ni estaba estropeado, ni había pasado nada, solo que había otra película dentro; pero la tragedia en casa ya estaba servida. Mi hermana amoratada, mi madre dolorida, en el suelo aún y yo quejándome del escozor del cinturón. Mi padre al ver que todo iba bien, se calmó, pero no pidió disculpas por lo ocurrido.
Era la primera vez, que yo recuerde, que nos pegaba a nosotros, pero no fue la última. Mi padre era de mucho gritar, pero se le iba la mano cuando no estaba de acuerdo con algo que habíamos hecho o porque algo que había comprado él, con sus esfuerzos, nos recalcaba no funcionaba siempre la culpa era nuestra. Nunca delante de nadie, siempre de puertas para dentro, así se hacía respetar, nos decía en ocasiones, pero para la gente era un hombre trabajador que luchaba por su familia. No sé como mi madre justificaba esos enfados cara a la gente, pero nunca se separaron y aunque recibía golpes cuando nos defendía, nunca le dijo una palabra más alta que otra.
El incidente del video, transcurridos los días, más el desafortunado cambio de producto, fue el principio de no estar bien en casa. Recuerdo en una ocasión, que mi madre había salido a comprar el pan y porque puso las lentejas unos minutos más tarde en la mesa, mi padre le propinó varios puñetazos; yo llegaba del colegio cuando la mesa aún no estaba preparada. Mi padre tenía fiesta, aunque por la tarde salía para ir al segundo curro, no tenía prisas para comer. Ayude a mis hermanas a preparar la mesa, cuando mi madre entró por la puerta, sonriendo, dándonos besos y recuerdos de una de mis tías. Entró en la cocina; mi padre había dado algunos golpes en la mesa y estaba enfadado por el retraso de mi madre. No pensé que iba a pasar nada, pero pasó. Se dirigió hacia ella, entre gritos, insultándola, preguntando donde había estado todo ese tiempo. No había dejado ni la barra del pan en la mesa, ni le había dejado explicarse, cuando le pegó el primer puñetazo. Mi hermano mayor se interpuso entre los dos, pero recibió uno de los golpes, descontrolados, de mi padre y cayó al suelo. Le gritaba que no debía de retrasarse en la comida, que era su responsabilidad; todo esto dándole golpes. Ese día no comí. Me encerré en la habitación. A él no le importó que no comiera; cuando se calmaba tras la brutalidad, se iba como si no pasara nada; salía tras la puerta transformado en otra persona, un desconocido para nosotros, conocido para el resto. Luego los días transcurría como si aquello fuera normal. Trataron de hablar con mi madre, pero ella nunca dijo nada. Ya era normal para ella; decía que él era así, pero que se querían mucho. No podía llamarlo querer aquellas situaciones; así no se ama a nadie.
Con el tiempo, y tras poder dejar su segundo trabajo, parecía que se había calmado la cosa. Llevaban una época bastante irregular, y llegue a pensar por algún instante que había cambiado o que nunca más la había pegar; pero estaba totalmente equivocado. Cada vez era más exigente, cada vez salíamos menos. Mis dos hermanos mayores se habían casado y ya no vivían con nosotros, pero si se molestaban en preguntar cómo iban las cosas por allí.  Nos visitaban de vez en cuando, pero a veces se iban rápidamente porque aquella situación era imposible. Otra de las broncas que recuerdo, fue una noche que a mi madre se le cayó el mando. Estábamos viendo la televisión, cuando mi padre preguntó por el mando. Había comenzado la película, pero a él se le antojó cambiar de canal. Yo no veía el mando desde donde estaba; lo tenía mi madre, en sus faldas y al cogerlo se le cayó al suelo. Mi padre se levantó de un salto y le propinó una patada, bofetadas, llamándola estúpida, vieja, gorda y otros insultos. Solo porque se le había caído el mando, solo porque él había comprado la televisión, solo porque le dio la gana. Le propinó tal paliza que mi madre estuvo un tiempo sin salir de casa, para que nadie la pudiera ver. Yo ese día me encaré con mi padre y me rompió varios dientes. Ya no pude más y a punto estuve de denunciarlo, pero mi madre, entre sollozos me suplico que no lo hiciera. No lo hice por ella, no sé porque, nunca he sabido porque no di el paso que tiempo atrás debimos hacer.
Con el paso del tiempo y la enfermedad que resultó tener mi padre,   fue el mayor alivio para mi madre, también para nosotros.  Sus fuerzas flaqueaban, su estado esquelético no le permitía coger fuerzas para golpearla, ni tan siquiera gritarla. Refunfuñaba a menudo, pero nada más. Mi madre no se separó de su lado, cuidándole hasta su muerte. Y ahora soy yo quien cuida de mi madre, junto a mis hermanos, de ese gran dolor del pasado.

4 comentarios:

  1. Hola Asier,
    Esta bien el relato, la temática un poco desagradable, pero bien, solo que el final parece como que es precipitado , personalmente me parece que es como si fuera a continuar en una segunda parte, no me gusta el final.


    Un saludo,
    Franek

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    1. Hola. Pues gracias por tu sinceridad. No creo que haya una segunda parte, no he pensado en eso. Supongo que no he querido alagar la historia para que no fuera muy pesada. Y bueno, quien sabe si podré continuarla, pero no es mi intención. Besos

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  2. Muy buen relato tron. Muy fuerte la situacion, que aunque es ficcion, podria ser, lamentablemente, una historia muy real.

    Besos

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    1. Gracias tron. Por desgracia muchas mujeres acaban asesinadas. Besos

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