martes, 22 de septiembre de 2015

MINI RELATO ERÓTICO (IV)

Esta tarde, después de trabajar, voy a follar con la morena que he conocido en el restaurante. Había ido a comer con dos del equipo, que me habían recomendado ir a ese restaurante, por la exquisita comida y por el trato. Suelo coger confianza con la gente que trabajo y así los resultados salen mucho mejor. La verdad que tengo mucha suerte de trabajar en el mundo publicitario, y me suelo encontrar con gente trabajadora y de nuevo, en Italia, he encontrado magnificas personas, que ya forman parte de mi vida; con algunos de ellos ya he trabajado, pero con tantos proyectos, a veces no se puede coincidir, y con los que fui a comer, tenía una enorme confianza y nunca me habían fallado en lo personal, como en lo profesional.

En la puerta, un camarero joven, nos acompañó a la mesa, pero no fue quien nos atendió, sino ella. Una mujer morena, con media melena, unas tetas potentes, no demasiadas grandes, pero si a mi gusto. Estaba bien buena. Mi rabo reaccionó en seguida y como ya estaba sentado, no me importo tener la erección, aunque si, casi disimulando, me la coloqué bien, porque me estaba apretando el pantalón; pero ella me había visto, porque justo, me estaba dando la carta. La cogí con una mano, mientras la otra la dejé encima de mi paquete. Ella sonrió levemente, y al oído me dijo en italiano que se notaba que tenía una gran polla. La verdad que me sorprendió que me dijera eso, porque fue directa y no se ando con rodeos, así que, moví ligeramente la mano, acariciándome el rabo. Cinco minutos más tarde, me dirigí a los servicios, y ella estaba en mitad del pasillo. En un rincón, nos besemos con pasión. Su mano palpaba mi impresionante bulto y las mías agarraban sus tetas. Así que como no podíamos hacer más allí, le di mi número y quedé con ella por la tarde en la cafetería de mi hotel. Yo tuve que entrar en el lavabo, porque mi polla no bajaba y esperé un rato a que se calmara. Ya de nuevo en la mesa, estuve coqueteando con ella. Mis dos compañeros no me dijeron nada hasta que regresemos al set. Me dijeron que tenía una gran suerte de haber ligado con una mujer así y que estaban seguros que me la iba a follar. No lo negué, era absurdo negarlo, se habían dado cuenta y como estábamos fuera del trabajo, les dije que la iba a dar buenos pollazos. Los muy cabrones siguieron hablándome de sexo hasta que lleguemos de nuevo al plató.

Durante el rodaje estaba súper cachondo y tenía ganas de que fueran ya las siete de la tarde, para irme al hotel y morder los pechos a la camarera. Tenía ganas de sentir su lengua sobre mis pelotas y que chupara mi cipote. Si no hubiera quedado seguramente hubiera acabado haciéndome un par de pajas, pero yo no soy de los que se pajean antes de follar. Alguna vez he oído decir que algunos se pajean para descargar y así aguantar más o no se que pollas; esa teoría es de lo más absurdo, quien tiene aguante y sabe meterla, no hace falta que vacié los huevos antes.

Por suerte, terminemos antes de lo previsto así que sin perder tiempo, me despedí de mis compañeros y me dirijo al hotel. Me dio tiempo a darme una ducha y bajar a la cafetería a tomarme una cerveza. Fue puntual. Estaba imponente. Llevaba una falda, de tipo ejecutiva, una camisa blanca con un buen escote. Unos zapatos negros, con unos tacones de vértigo. Se acercó con una sonrisa y allí mismo me besó. Me dijo que si quería subir ya, que por ella no había problemas. No hizo falta que me lo dijera dos veces. Entremos en la habitación, y me lancé por sus tetas. La cogí con una mano, mientras chupaba sus pezones. Nos desnudemos sin dejar de mirarnos a los ojos. Al bajarme el gayumbo, mi polla saltó y fue cuando ella, impresionada, no paraba de repetir el pedazo de pollón que tenía. Lo saboreó bien, lamiéndolo de arriba abajo, y jugando con mis huevos. Los estiraba, los lamía y le gustaba cuando le rebotaban en la barbilla. La verdad que mis pelotas hacen "juego" con mi rabo. Tengo buen paquete, y eso a ella le gustaba. Me la comió de tal manera que me hizo llegar al séptimo cielo, pero ahora era mi turno. Jugué con sus tetas, le metía un dedo en su ardiente coño, ahora dos, ahora por el ojete, mientras nos dábamos lengua. Le dí buenos pollazos en la cara, follandola la boca a saco. La entraba perfectamente, y aunque a veces le entró un par de arcadas. y eso hacía que me encabronara más. La puse a cuatro patas y se la fui metiendo centímetro a centímetro, y subiendo el ritmo con grandes embestidas. Mis huevos se quedaban en la puerta de su agujero. Se la metí bien por el coño, se la metí bien por el culo, boca, jugué con sus agujeros y la primera lefada fueron a sus pechos. La relamió y me comió la boca. Siguió comiéndomela , para seguir jugando. Unos buenos polvos para una buena tarde.

Ya relajados de tanto follar, nos fumemos unos cigarros y me dijo que quería presentarme a una amiga especial, que mañana venía de Milán y que podía quedar con nosotros. Por supuesto le dije que si. Antes de marcharse, me pidió que se la metiera de nuevo en el culo, que la había echo disfrutar con mi enorme pollon y quería sentirla de nuevo. Así hice, la ensalive bien, y para dentro.

A la mañana siguiente, mis dos compañeros de confianza, no tardaron en preguntarme que tal había ido con la camarera. No entré en muchos detalles, pero algo les dije, y que esa misma tarde volvía a quedar con ella. El trabajo fue bien, estaba todo casi listo para terminar el rodaje, así que cerca de las seis nos fuimos todos para casa. La chica, me había dicho que hasta las nueve no podrían ir al hotel, así que me fui a tomar unas cervezas con mis compañeros y a charlar sobre el próximo proyecto. Cené algo ligero, y subí a la habitación. Me di una buena ducha y en pelotas, me senté en el pequeño sofá de la habitación. A las nueve y cuatro minutos, tocaron la puerta, y sin ponerme nada, abrí la puerta. La sorpresa fue que no eran ellas dos, sino el conserje que tenía un mensaje urgente para mí y que me había llamado a la habitación, pero que no había contestado. Todo eso me lo había dicho medio nervioso o medio ruborizado. Yo estaba tranquilo, con todo al aire, y no hice ápice de taparme. Tras darme el papel, le di las gracias y cerré la puerta. Hice un par de llamadas con el móvil cuando vi el mensaje de la camarera, que se iban a retrasar un poco. Ese poco fueron unos veinte minutos, cuando la puerta volvió a sonar. Tal como hice la primera vez, abrí totalmente desnudo. Eran ellas dos. Mi morena, como la empecé a llamar y su amiga pelirroja, casi color cobrizo, con su piel casi blanca, que le sentaba genial. Estaba potente, aunque me gustaba algo menos, pero tenía también un buen polvo. Así que, casi no me dejaron cerrar la puerta, cuando nuestras lenguas estaban ya encontrándose.

Mientras me besaba con la pelirroja, la camarera estaba agachada comiéndose mis huevos. Sentía su boca en mis pelotas, y como con la mano meneaba mi rabo. Yo tenía mis manos en los pechos de la que me estaba besando; los tiene perfectos, sobran un poco por mis manos, así que pequeños no son, y son naturales. Besaba de lujo, sus labios semis carnosos, su lengua juguetona. Sentía la boca por mi cuello, mientras le daba pollazos a la otra. Las dos ahora agachadas, jugaban con mis enormes cojones y meneaban mi cipote, una paja perfecta, con la mano, con sus bocas, estirándome los huevos, sintiendo como la ensalivaban. Me senté en el sofá gris, mientras seguían ellas jugueteando con mi paquete. Mis manos iban recorriendo sus pechos y cuando una de ellas se ponía de pie y me comía la boca, le iba metiendo los dedos en sus agujeros. Me puse de pie y las hice sentar. Les tire un par de gapos en sus bocas y fue cuando ellas dos se besaron. Luego nos besábamos los tres, le daba pollazos una y a otra, metiéndole mis huevos en la boca, cogiéndola de la cabeza, casi obligandolas. Estaba totalmente encabronado, así que en el suelo, se pusieron a cuatro patas las dos. Sus bocas se encontraban mientras me follaba a una primero y luego a la otra. Un sexo de escándalo, unas embestidas que nos hacían gozar a los tre, en uno de los polvos, mientras le daba bien por el culo, las pelotas me las lamía la otra, y chocando en sus nalgas, me las cogía. Un placer, un gusto experimentado. Me corrí en la cara de las dos, para luego jugar con mi lefa, y aún excitado, se la volví a clavar en el coño, mientras mis dedos jugaban con el culo de la amiga. Me corrí hasta no echar ni una sola gota, supieron vaciarme bien, supieron jugar, supieron follar y dieron todo de sí, al igual que yo. Los tres, ya tumbados, exhaustos de tanto gozar, gemir y disfrutar de un buen sexo, decidimos darnos una ducha y salir esa noche por Roma.