lunes, 20 de febrero de 2017

MINI RELATO ERÓTICO (VI)

Me desperté alrededor de las diez de la mañana en cama ajena. La habitación olía a puro sexo. En el suelo había varios preservativos llenos de lefa y mi ropa tirada por el suelo. No recordaba muy bien el nombre del tío que me había follado. Me incorporé de la cama y me fui en busca de él. Completamente desnudo, y con el rabo duro, de la erección matutina, recorrí la casa. En el comedor había dos mujeres, más o menos de mi edad, desayunando. No sabía quiénes eran, lo que sí sé es que nunca me las he follado, ni que han participado conmigo en una orgia; tampoco sé si estaban ayer cuando lleguemos a la casa. No hice amago de taparme mi pollon, que aunque lo hubiera intentado, al estar tan duro, no hay manera de poder esconderlo y sin vergüenza alguna, pregunté si estaban solas. Me respondieron medio avergonzadas, que Jhon había salido a trabajar a la cafetería, situada en la esquina de su misma calle y que había dejado una nota en el frigorífico y otra en su habitación. Me indicaron donde se encontraba la cocina y leí la nota: “me has follado de puta madre, lástima que no me la has podido meter esta mañana de nuevo. He salido a trabajar, te puedes duchar sin problemas y al salir tan solo tienes que cerrar la puerta”. No sé si él sabría que sus dos amigas, o compañeras de piso, iban a estar allí por la mañana, eso si ya no estaban ayer por la noche o quizás estaban acostumbradas a ver desfilar tíos noche tras noche, pero lo que si les sorprendió y les ruborizó, es que yo saliera de la habitación totalmente desnudo y apuntándoles con mi pollon. Volví a la habitación y tras ducharme, y recoger mi ropa, vi la nota en el suelo. Seguramente se habría caído al no pegarse en la lámpara, aunque tampoco reparé porque se había caído. Tras vestirme, me despedí de las dos mujeres y salí directamente hacia la cafetería. Por el camino, me fumé un cigarrillo; en la cajetilla aún quedaban dos. Palpé los bolsillos de la chaqueta, y en los de adentro, tenía mi móvil, mi cartera y otro paquete de tabaco, y cero condones.
 
Tras fumarme el cigarro y comprobar si había recibido llamadas, entré a la cafetería y al ver el camarero servir una de las mesas, ya supe que con él no había follado. No era mi tipo. Con la mirada busqué a otros camareros, cuando le vi salir de unos de los cuartos de empleados y se situaba detrás de la barra. Me acerque a él y le sonreí. Me guiño un ojo mientras se acervaba a mí. Mientras le pedía unas tostadas y un zumo de naranja, me dijo: vaya casualidad que le haya encontrado. Le contesté que no era casualidad, que dos amigas suyas, en el piso, me habían dicho dónde encontrarle; se sorprendió, y me comentó que no se esperaba a sus dos compañeras hasta la próxima semana. Le conté, como me había encontrado y se rio. También le comenté que había sido una pena que no se la metiera de buena mañana, que a pesar de haberle follado en varias ocasiones, por la mañana me despierto con apetito sexual. Me dijo que si esperaba unos minutos, que podría darle por el culo en el almacén. No tenía ninguna prisa por marcharme, así que tome el desayuno, sin prisas.
 
Después del desayuno, salí de nuevo a la calle a fumarme otro cigarro, volví a entrar y me dirigí al lavabo. En cuando pudo, me hizo una señal, y me llevó a una pequeña oficina, que cerró con llave, y empecemos a comernos la boca. Su mano ya estaba en mi bragueta, notando mi cipote crecer. Mientras le besaba con pasión, con ganas, sus manos jugaban con mis huevos y las mías con su ojete. Me cogió el pollon y la empezó a menear con ganas, le cogí por la cabeza, para agacharle y se le metí en la boca. Le empecé a follar la boca, mientras mis huevos se acercaban a su barbilla; como tragaba el hijo puta, a pesar de mi buen tamaño, casi le cabía entera. Embestía cada vez más  y mis pelotas rebotaban por su barbilla; me la saqué y le empecé a dar buenos pollazos en la cara, haciendo oler mis cojones, mi capullo ensalivado y él, mientras, me miraba y succionaba mi rabo con ganas; se había bajado ya el pantalón, y se la empezó a menear. Le hice levantarse y girarse levemente, para poder jugar con su culo, metiéndole los dedos, y dándole media vuelta, le tire varios lapos, y le empecé a comer el culo y a jugar con su ojete. Le puse de pie, le di una pequeña hostia, le tire lapos a su boca y le besé de nuevo. Mi rabo ya goteaba lefa, y con mis manos la cogí para metérsela en la boca. Seguí jugando con su ojete, y ya le puse a cuatro patas. Me puse el condón que me había dado, y se la empecé a meter con suavidad. Poco a poco fui subiendo el ritmo, y mis cojones chocaban en sus nalgas, mientras mi cipote entraba y salía por su culo. Le empecé a embestir, con ganas, mientras le daba pequeños azotes y sentía su respiración, su excitación y el pequeño despacho empezó a invadir ese olor sexual que tanto me pone. Le estaba marcando el ritmo, y ya embistiéndole de forma bestial, la saqué del todo, y quitándome el condón, me corrí en su barba, mientras le restregaba la lefa por su barba él la cogía con la mano y se la comía; luego me la volvió a chupar y me la limpio bien. Luego, mientras jugaba con su agujero, él se la meneaba hasta que soltó el chorro de semen en un trapo viejo que estaba encima de la pequeña mesa. Nos besemos por última vez, y sonriendo de placer, le guiñé un ojo; me vestí y sin pagar del desayuno me fui de la cafetería.
 
Llegue a mi casa y con aquel olor a sexo, a sudor, decidí acostarme de nuevo y me quedé dormido. A las tres horas, me di una ducha y salí a comer con unos amigos. Estaba bastante satisfecho sexualmente, pero aquella tarde noche, había quedado con la pelirroja que conocí la semana pasada y que con su novio, hicimos un trio de lujo, pero esa tarde noche era solo para ella. Así que tras comer y realizar unas pequeñas compras, incluidos condones, me dirigí a su domicilio. Me abrió la puerta completamente desnuda y dirigiéndonos al salón, donde me había follado a los dos, se puso de rodillas, encima del sofá, y le empecé a comer su rico culo y coño. Mi cipote reaccionó al segundo y ya molestándome dentro del gayumbo, me desabroche el pantalón, sacándomela por la cremallera y sin mediar palabra, me puse el condón y se la clave en su rico coño. Le sobaba las tetas, de un tamaño perfecto, y le embestía mientras nuestras lenguas jugaban. Luego la saqué de su húmedo coño y se la metí en su culo; ambos jadeábamos sin parar y embestida tras embestida, me pidió que no me corriera todavía, que quería sacarme el condón ella misma y saborear mi lefa vasca. No dude en no hacerla caso, así que tras follar durante un buen rato, me la saqué y le di el lefazo en su boca, para luego continuar comiéndomela y así jugó con ella, hasta que me sentó de nuevo y cabalgando encima de mi nabo, volvimos a follar y dejarme bien seco. Mi pollon entraba y salía de su coño, mientras le comía las tetas, me las metía bien en la boca y besándonos, jugando, sentía el enorme placer que me estaba ofreciendo aquella diosa pelirroja. Esta vez el lefazo fue a parar a su pechos y sin pensar, pase mi lengua directamente por la lefa, así jugueteando con ella, pasándola a su boca, y mis dedos en su coño. Nos dimos una ducha juntos y nos tomemos una cerveza bien fría. Aun estábamos desnudos y yo plenamente satisfecho de aquellos polvos que había echado con el camarero y los que había echado con ella. Mi rabo, en reposo, ella no paraba de mirarlo, diciendo que tenía un rabo bien bonito y que así en reposo, tenía que hacerle una foto. Cogió su móvil y le hizo una fotografía, luego lo lamio, como limpiándomelo y empezó a respirar… Ya totalmente erecta, se la metí en la boca, tirándole lapos en la boca, que ella recibía con placer y me hizo una mamada espectacular, terminando de eyacular de nuevo en su boca, saliendo hasta la última gota que me quedaba en mis huevos.
 
Aquella noche, tras haber pegado unos buenos polvazos en la noche anterior, más los que pegue con la pelirroja, que por cierto ya había perdido la cuenta de cuantas veces me había corrido, decidí quedarme en casa, y relajado y como no en gayumbos, me puse a ver una película de terror, y cuando tuve sueño, me metí en la cama totalmente relajado. Esa noche apague el móvil, quería tranquilidad, mañana ya volveré a tirar de la agenda.