lunes, 30 de julio de 2012

RELATO VII (X)

Entrada original, viernes 29 de abril del 2011

VII
Las pausas entre nosotras cada vez eran más intensas, llena de emociones y de grandes sentimientos. Me alegré mucho de nuestro encuentro, aunque después lo lamenté durante bastante tiempo. Me dio una confianza en exceso, algo que me hizo explicar las cosas tal como era. Había comenzado por mi viaje a la Villa, para que pudiera comprender todo, lo anterior y lo posterior, que era algo desconocido hasta para mí. Había ido allí para huir de Miguel, aunque quizás no fuera necesario, ya que había encontrado el amor de nuevo con Marcos. Aunque lo necesitaba, realmente era así y por eso lo hice. Además me ayudo en progresar en mi carrera como artista. La propulsión necesaria me la facilitó Marcos. Eso a muchos artistas y sobre todo a sus jefes, le desagradaron bastante, ya que recibí bastantes críticas por aceptar trabajos que él me facilitaba, ya que decían que por mi misma no podría haberlo conseguido. Eso no era cierto, ya que con el paso del tiempo, demostré que era buena en mi campo. No lo decía yo, sino las revistas especializadas, hablando de mis obras, de mis exposiciones, y de mis dos grandes obras. Me había propuesto conseguir mi trabajo por mí misma, aunque no niego que su ayuda me viniera bien. En París fue donde conseguí mis mayores triunfos y volver allí, para desconectar y concentrarme en mi gran obra, fue la mejor elección de mi vida.

Nada más llegar, me instalé en un pequeño estudio, regalo de un familiar, en el mismo centro de la ciudad. Mi marcha a Marcos no le sentó demasiado bien, aunque comprendió que necesitaba estar aislada para concentrarme y sobre todo para que Miguel no me encontrara. Le conocí en el último curso de mi carrera de Bellas Artes. Era profesor de dos asignaturas. Era atractivo, pero realmente no era mi tipo. Tampoco necesitaba estar con nadie. En esa época estaba concentrada en mis estudios y bastantes trabajos tenía yo, para encima mantener una relación estable con un chico. También tenía a mis amigos y no necesitaba estar con ningún hombre. Mis relaciones con ellos, los hombres, eran normales, y realmente nunca me había enamorado. Había tenido mis aventuras, pero nada serio y la verdad que no me apetecía. Y menos con él, que tenía una fama bastante detestable. No sabía si era verdad o no, pero no quería arriesgarme.

Confieso que al principio me fijé en él, pero me di cuenta que no tendría nada serio con él, por eso, simplemente asistía a las clases como una alumna más, sin mirarle, sin inmutarme. Eso sí, él, en todas las clases no me quitaba ojo, mirándome las piernas cuando llevaba falda corta, fijándose en mi pelo ondulado, rubio, que llevaba por aquella época estudiantil. Me ponía nerviosa esa fijación, incluso cogí miedo. No iba sola a ninguna parte, por miedo de encontrármelo. Los rumores corrían en boca en boca, involucrándome directamente a mí. Decían que yo me había enamorado locamente de él, que mi amor era obsesivo, posesivo, que le seguía a todas partes, que le molestaba, que interrumpía en clases con preguntas estúpidas, que me hacía notar y millones de barbaridades. Lo que más me dolió fue que dijeran que me gustaba que me pegara. Por supuesto mis amigos me apoyaron, y lo sobrellevé lo mejor que pude. Por suerte no afectó para nada a mis estudios. A él no le importó lo que decían de nosotros, ya que la fama le venía de lejos, y le daba exactamente igual que dijeran eso de él. Además, yo sabía que él si se había fijado en mí; no era cierto que me siguiera, pero me daba miedo estar sola, en cualquier lugar siempre iba acompañada.

Con el tiempo, tras su insistencia, y comprobando personalmente que los rumores se iban disipando, los anteriores, y a los nuevos infundados por envidias, decidí darle una oportunidad. También salí con él para dar un escarmiento a mi padre. Me había obligado estudiar en aquella universidad, cual cosa me opuse, pero no me dio opción. Sabía que si salía con el profesor no le iba a gustar, le iba a molestar, y era como una especie de de venganza. Aunque reconozco que poco a poco fui conociéndole fuera de clase y me llegó a parecer más interesante de lo que yo me creía. Los estudios iban bien, y salir de vez en cuando no me iba a venir mal. Por eso, tras la última clase, acepté irme a tomar un café, por supuesto, fuera de la universidad para poder hablar tranquilos; era incluso necesario hacerlo.

La cita fue bien, demasiado bien y a partir de ahí empecé a tomarme en serio, que nuestra relación amorosa podría ir más allá de unos simples encuentros sexuales. Nos fuimos viendo poco a poco. Todo iba estupendamente hasta que una noche, me ato a la cama. Al principio me excitó, me dio morbo, pero a medida que iba actuando me asusté. Supliqué que parara, pero él violentamente me golpeo. Después me amenazó que si hablaba del tema o si le dejaba que me mataría; tras prácticamente violarme, al día siguiente, él mismo me curó las heridas, pidiéndome perdón, suplicándome que no le dejara, confesándome que se había enamorado de mí locamente, y que esa noche se había tomado algo de coca. Aturdida y aterrada, le creí, le perdoné como una idiota, para que aquello no sucediera más. Pague muy caro el haber continuado con él. Las semanas siguientes fueron bien, y parecía que volvía a ser él mismo, aquel que conocí en las citas: tan romántico, tan pacífico, tan amable, simpático, maravilloso, atento, aquel cual me enamoré lentamente y con seguridad. Mientras, Marcos, el otro profesor, se había fijado en mí; yo no lo supe hasta más tarde. Por aquel entonces, como yo estaba con Miguel, pues nunca se atrevió a decirme nada. Fue un error por parte suya, o quizás mía… no sé, quise creer tanto en Miguel que no me daba cuenta el daño que me estaba haciendo. Solo fue cuestión de tiempo que Miguel volviera a pegarme; y yo, con un miedo atroz, continuaba con él, inventándome historias sobre los golpes recibidos… hasta que no soporté más la situación, harta de llorar en la oscuridad, de mentir a mis amigos, de evitar a mi madre, ya que a mi padre le hubiera dado igual… harta de esconderme del mundo. Menos mal que Marcos se dio cuenta que algo pasaba entre nosotros dos, y aquella mañana, saliendo del lavabo, me había ido a maquillar los cardenales, me paro en medio del pasillo para que hablara claro de una vez del tema y denunciara a Miguel. Apoyados en una de las taquillas, me sentí incomoda y a la vez, aliviada por dos brazos fuertes, protectores. Confesé todo lo ocurrido, con una rapidez inexplicable, con lagrimas en los ojos, que no sé si se entero bien. Medio aturdido, prefirió que fuéramos hablar fuera de aquellas paredes; él se fue a buscar sus cosas y yo necesitaba las mías. Me salte el resto de las clases, pero necesitaba entrar a buscar mis llaves. El bolso estaba en una de las sillas y no había nadie en ese momento. Me daba miedo que entrará Miguel, que me hubiera visto hablar con él, no quería que se enfrentaran por mi culpa, no quería sentirme culpable. Tenía esa sensación. Nos fuimos a su casa, para estar más tranquilos, y así poder desahogarme sin que nadie me viera llorar y montar el espectáculo en medio de cualquier cafetería. Una vez acomodados en su casa, con una tila recién hecha, le expliqué todo lo ocurrido. Me escuchaba con atención, comprendiéndome cada palabra, mientras me limpiaba las lágrimas derramadas por el cabrón que me estaba haciendo daño. No quise denunciar, no valía la pena. Él no estaba de acuerdo conmigo, pero era mi decisión y lo prefería así; pero esto no acabo aquí. En los meses sucesivos, gracias a la ayuda de Marcos, comprendí que aquel hombre si podía hacerme feliz; me estaba enamorando de él. Al principio creía que era por la ayuda que me estaba ofreciendo, por su cariño y ternura hacía mí, pero el paso del tiempo me demostró todo lo contrario. Me enamoré y sigo enamorada de él, a pesar de haber mantenido una aventura con Marta. Sé que es difícil de entender, pero yo sé lo que siento. A los cuatro meses de estar saliendo, nos fuimos a vivir juntos, necesitando mi tiempo que me tome en la villa francesa.

Pero Miguel no se quedó con los brazos cruzados. Había ganado de cierta manera, ya que nunca puse la denuncia, y estuvo molestándome, siguiéndome, llamándome… y dejándome como una puta embustera; hubo gente que le creyó a él, otros que no. No le echaron de la universidad y eso provocó que Marcos se enfrentara a él en múltiples ocasiones, defendiéndome en todos momentos. Y sin saber porque, desapareció de mi vida. Yo me encontraba bastante mal y necesitaba desaparecer, por eso tome la decisión de irme una temporada fuera de la ciudad, siendo mi destino la villa. Pero el remedio, bastante eficaz en su momento, fue peor que la soledad que nunca temí, conocer a Marta y saber que Marcos también tenía sus secretos, como mantener dos relaciones a la vez, con la jodida anfitriona que supo como engañarme.

Todo eso se lo iba contando, con exactitud a Marta, apoyadas en aquel árbol que tanto me relajaba. Sentadas en el mantel de cuadros verdes, fumando y comiendo manzanas recién cogidas. Me había escuchado con atención, bastante asustada, y dándome ánimos para continuar el viaje que había comenzado en la villa. Después le toco a ella contarme su vida, y me toco a mí darle ánimos.

Tras haberme comentado, el descanso que se estaba tomando con Pablo, uno de tantos, comenzó a explicarme como conoció a Marcos. Fue en una subasta realizada en Nueva York, de una forma bastante peculiar. Ella estaba tonteando con Pablo, pero en uno de sus viajes a la gran manzana, para conseguir unos cuadros de un cliente, en época que trabajaba con ilusión, aunque no le hiciera falta, le conoció en dicha subasta. Él era el organizador de la subasta y ella nada más verle se fijó en él. Aunque su corazón estaba ocupado por otro hombre, a ella en ese preciso momento no le importo demasiado. Su relación tampoco era estable del todo, por eso, con decisión decidió conocerle. No tenía intención de mantener ninguna relación sexual con él, aunque sus deseos se dispararon al ver lo apuesto que era. Le miro fijamente a los ojos, cristalinos como un rio de aguas frías; le cautivó su sonrisa, comentando que era perfecta, obviando detalles que me hiciera saber que se trataba de mi novio. Yo nunca supe de ese viaje. Me contaba que fue como un flechazo. Continuó explicando que durante la subasta, él no le quitaba ojo a ella, y cuando toco pujar por los cuadros que fue a buscar, puso tal empeño que lo consiguió, a penas sin esfuerzos, pues fue veraz y bastante eficaz. Esto le impresionó a Marcos, que aún teniendo el corazón ocupado por mí, tal como me decía que estaba enamorado, no le importó demasiado, ya que la primera noche se acostó con ella. Después de la subasta, ella le invitó a cenar, en un buen restaurante, y después fornicaron, cosa que ambos lo deseaban. Supongo que ninguno de los dos se contó las relaciones que mantenían en ese momento, lo supongo ya que Marta ni tan siquiera me lo insinuó.

Sinceramente me sorprendió bastante el desparpajo de Marta, en invitar a un hombre sin conocerle, y más teniendo el corazón ocupado. Aunque bueno, si lo pienso bien, yo también he mantenido relaciones sexuales con gente que apenas conozco, así que no sé porque me sorprendió tanto y quizás en su situación hubiera hecho lo mismo. Prosiguió con la historia. Me contó que después de aquella noche, hubo llamadas, mensajes, citas y algunas noches de pasión, aunque no hablaban de ningún futuro en común. Aunque después, cuando la relación con Pablo empezó a funcionar de nuevo, tomó la decisión de dejar de verse, sintiéndose algo triste, aunque más tarde retomaron su gran aventura, cuando se encontraron de nuevo; ella sufriendo de nuevo por Pablo, él sin ataduras, cual cosa no era cierto. En ese momento la creía a pies juntillas, luego ni una puta sola palabra. Marta, paró un momento para tomar un sorbo del zumo, sin dejarme de acariciar la mano; tomo aire y continuo. Marcos y ella se convirtieron por un tiempo en amantes, sin ser capaz de dejar a Pablo, aunque sufriera, le amaba. En aquel instante sentí celos por la relación que habían mantenido, aunque después les hubiera matado a los dos al encontrarle juntos en la habitación, atando cabos por todo lo que me había contado aquella tarde; tras pillarles, gritarles, llorar, le pregunté a Marcos y éste me contó otra versión bien distinta.

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