miércoles, 25 de julio de 2012

RELATO VII (VIII)

Entrada Original, Miércoles 20 de Abril 2011

V

Deseaba con ansiedad saber lo que me iba a contar. La veía bastante tranquila y eso me inquietaba a mí, ya que esperaba nerviosa poder explicar mi motivo del viaje a París. Hacía poco que Pablo y yo nos estábamos dándonos un tiempo, y deseaba contar todo lo que me había hecho para así encontrarme de nuevo con la mujer que fui y que actualmente soy. O al menos intento ser.

Mi historia con Marcos fue totalmente diferente. Yo nunca supe que estaba con María, aunque si sabía que había otra mujer, nunca sospeché que se trataba de ella, de mi amiga, de mi amante. Me sentí engañada por él; engañada por dos hombres completamente distintos, pero a la vez tan iguales. Por mi parte, nunca me sentí culpable de haber mantenido una buena relación con Marcos, ni remordimientos por mi secreto que mantuve durante tiempo con él. Eso sí, nunca me dijo directamente que estuviera felizmente con María. Realmente de él sabía poco, aunque eso no era impedimento para estar largas tardes en la habitación, a escondidas de Pablo, y a su vez, escondidas de María. Yo me escondía de ambos, y él de María, pero os juro que yo no sabía que se trataba de ella. Pasábamos horas y horas juntos, en las ausencias inexplicables, eternas de Pablo, que favorecían continuar en los brazos de otro hombre: de mi Marcos. Él trabajaba como representante de importantes exportaciones e importaciones de obras de arte, para los mayores museos del mundo; ayudaba a recuperar cuadros históricos e importantes para el patrimonio nacional; también organizaba subastas públicas y privadas, algunas para recaudar fondos para la ayuda contra el sida, o para luchar contra el hambre, aunque la mayoría eran, por motivos de sus jefes, para los ricos hambrientos de reunir en el salón grandes obras para poder, de forma presuntuosa, presumir ante la sociedad, teniendo un falso interés hacía las obras que poseían. Y por libre, ayudaba y enseñaba a nuevos artistas, autenticas revelaciones en el difícil mundo de la pintura; más tarde supe que en una de sus clases conoció a María.

En una de las subastas, organizada por Marcos para la "Galery Art" de Nueva York, una de las más prestigiosas galerías del mundo, le conocí completamente desolado, destrozado tras los últimos fracasos. Sus últimas incursiones no habían tenido demasiado éxito, no por él, sino porque sus socios no estaban de acuerdo en algunos aspectos y les cerraban puertas para conseguir recaudar y poder ayudar en sus acciones humanitarias. Esto le afectó personalmente. En esta ocasión puso todo el empeño para que saliera todo bien. Quería sacarle todo el provecho posible, tanto personal, como profesional y darle en todas las narices a su socio para conseguir el resto de propositos. Todo estaba preparado a la hora prevista. Yo había viajado para recoger unas cosas de Sara, de su loft, e ir a la subasta para pujar por unos cuadros, ya que uno de mis amigos, un nuevo rico, quería tenerlos en su salón y a su vez poder subastarlos… siempre era la misma historia. Comprar una obra de arte, tenerla un tiempo, para presumir de ello y cuando se cansaba subastarlos para otro capricho.

Esa noche, me había vestido con un traje de Gucci; utilicé poco maquillaje para la ocasión. Me senté en primera fila, tenía que pujar fuerte para los cuadros que el nuevo rico quería tener a toda costa, y que por una excusa bastante estúpida, no fue él personalmente. Marcos, al lado del moderador, elegantemente vestido, me miró fijamente y sonrió como si yo estuviera sola en la sala. Me sonrojé por un momento, pero mi corazón aún latía por Pablo, y a María la acababa de conocer. Mi relación con Pablo era como una montaña rusa, o estábamos bien o era puro infierno, y sus cambios de humor eran poco constantes. Y yo, a pesar de mantener esa relación tan bonita con María, le seguía amando. Sé que poca gente me puede entender, pero el amor es así de caprichoso. Yo no jugué con ninguno de los dos, sin en cambio, ellos conmigo sí, no tanto María que ella también había sido engañada por Marcos. En definitiva la soledad de los cuatro nos había encontrado por separados y unidos por un macabro destino. Mi soledad era mi mayor enemigo y me había invadido durante mucho tiempo y tras la muerte de mi madre, la soledad se pronunció mucho más; me mataba más deprisa, con más ansiedad. Después llegó la trágica muerte de mi padre y eso me hundió más. Estuve bastante tiempo fuera de la vida social, sola y viendo a íntimos amigos; me refugié en el trabajo e hice la función de relaciones públicas de los hoteles de mi familia, uno de ellos, en Praga, donde conocí a Pablo.

Sinceramente, Marcos me miraba como si intuyera mi pasado; me ponía nerviosa, aunque no niego que me gustara desde aquel instante. Mi mente pensaba en pasar una noche de lujuria con él, pero mi corazón estaba con Pablo. Cerré los ojos por un instante para concentrarme en la subasta que ya había dado comienzo. La operación de compra fue un éxito, tanto para mí, que me daba algo igual si no hubiera conseguido los dichosos cuadros, pero para Marcos fue una gran satisfacción. Había conseguido superar sus objetivos y en la última copa, después del cierre, me invitó a cenar. Nerviosa y pensando que no estaba haciendo nada malo, acepté la agradable invitación. No me lo pensé mucho, no iba a pasar nada malo, pensaba mientras sonreía, aunque ocurrió todo lo contrario. Me llevo a un restaurante de Manhattan, uno de los más selectos de la ciudad. Me llevo en un coche, un Mercedes con estilo. La conversación se entornó a su trabajo, a gustos musicales, cine, familia, tema que esquivé con preguntas absurdas, que a él, sin saber la verdad, le hizo bastante gracia. Me sentí bien con él. El tiempo a su lado se paso sin darme cuenta. La cena fue exquisita, de lo más selecto, y la conversación divertida, amena, bastante agradable; yo evité hablar del amor y de la familia, aunque él intuía, no sé cómo, que algo me ocurría, pero como yo prefirió no decir nada. Eso me llenó por dentro, invadiendo mi corazón ocupado y deseé pasar la noche con él. Quizás ese fue mi error, dejarme llevar por creer que tenía buen corazón, de su hermosura, de su estilo de vida… confieso que me gusto pasar la noche en su dormitorio, pero después de marcharme me arrepentí, teniendo remordimientos, sintiéndome culpable… y Pablo se dio cuenta de esto, pero nunca hablemos del tema, y yo por miedo a perderle nunca le conté de aquella aventura, que con el paso del tiempo se convirtió en una relación solida, cuando Pablo dejó de amarme. Antes habíamos tenido encuentros esporádicos, deseado por los dos, ansiados, encuentros lujuriosos, que me hacía sentir más culpable. No quería dejar a Pablo, pero le hacía daño. No quería dejar a María, pero empecé a mentirla… y llegué a enamorarme locamente de él, convirtiéndose en mi Marcos.

Conocer gente para mí nunca había sido un problema, y casi siempre los conocía de la misma manera, en un lugar público, entablar conversaciones, tener una bonita amistad, quizás mantener relaciones sexuales, aunque a veces los resultados no son los esperados. En esta ocasión le conocí en un acto público, conversemos, me invitó a cenar y acabemos en su cama. Los motivos de nuestro comienzo eran parecidos a los del pasado, pero la ruptura fue bien distinta. Se convirtió en mi amante por una noche, después paso a ser mi amigo, mi confidente, junto a María, que si hubiera sabido que mi Marcos era su novio, jamás me hubiera liado con él. Pero esto yo no lo supe, hasta que una tarde, nos encontró en la cama de la habitación de mi mansión. Rompió conmigo, y yo tuve doble ruptura, la de Pablo que definitivamente me abandonó, y la de Marcos, que sintiéndome engañada, le dejé al saber que la otra mujer, que yo sospechaba que existía se trataba de María. Sí, yo también había jugado con fuego, pero yo no fui la culpable de todo eso… fueron sus mentiras, sus engaños, su frialdad que me hizo tomar ese camino. Yo caí en sus trampas, en su red, confié en ellos, en sus palabras, sus promesas… y terminé hundida, pero con el tiempo, resurgí de mis propias cenizas.

Todo lo ocurrido con Pablo, y mi primera cita con Marcos, sin sospechar ninguna de las dos que se trataba del mismo hombre, se lo contaba a María, sentadas en aquel árbol, con lágrimas en los ojos, mojando mi mejilla, que ella secaba con suavidad, con sus manos oliendo a fruta, mezclada con olor dulce de amapola. Después continuaron los besos. Ella a mí también me explicó con una voz aterciopelada parte de su vida; ella había huido a París para recomponerse de un amor no correspondido, y así poder olvidar lo que le hizo Miguel, y dejándome claro, que estaba enamorada de otro hombre que si le correspondía. De él no me hablo mucho; se le veía feliz, pero no juzgué que me besara, que me acariciará, porque la comprendía. A Miguel le conoció en la universidad que su padre había elegido que estudiara bellas artes, carrera que no aprobaba que hiciera, pero que tenía claro que iba hacer, aunque esto le disgustara a su padre. Aceptó con regañadientes estudiar allí. Se opuso durante un tiempo, pero su sueño de estudiar bellas artes, le hizo coger la oferta de su padre. No tuvo más remedio. En lo demás le iba bien. Sacaba buenas notas, tenía amigos que le llenaban la vida, pero algo le faltaba que echaba de menos, tener una pareja al lado, que la cuidara, que la mimara. Al principio le atormentaba la idea de estar sola, pero con el tiempo, se dio cuenta que necesitaba ocupar más horas a sus estudios y eso le satisfacía, aunque sí que ansiaba enamorarse y lo más importante que se enamoraran de ella. No era solo por el hecho de estar con alguien o tener relaciones sexuales, eso lo podía conseguir, sino por el cariño que no recibió del padre, pues lo echaba en falta en un hombre. Ella se enamoraba constantemente, de gente que realmente no conocía, de cualquier extraño, de su mejor amigo… en busca de un cariño que no encontraba. Entró, incluso, en teatro para conocer a nuevos hombres, que pudieran llenar su vida. Se carteaba con gente que conocía en foros, conferencias, por internet, buscando el amor que ansiaba. No buscaba un tipo de hombre, no era exigente en ese sentido, sino alguien que pudiera apreciarla tal como es, buscando cariño, paz interior, que no podía encontrar en nadie. Apartada de su familia, refugiada en sus estudios y en algunos amores encontrados en noches de bares, en bibliotecas vacías, en calles oscuras, dejaba pasar tiempo a esa soledad enfermiza. Ella lo negaba, pero enfermaba de amor, cuando no le correspondían, y le afectaba mucho. También cuando mantenía relaciones sexuales lo pasaba mal; era muy enamoradiza y cuando él o ella se marchaba de aquella cama, tras el acto sexual, le llegaba un vacío, el arrepentimiento de estar con desconocidos, mayores o jóvenes, y pasaba todas la noche sufriendo.

Dejó pasar el tiempo, negó lo evidente, hasta que en una de las clases, del nuevo profesor, se enamoró perdidamente de él. Se obsesionó por conseguirlo, siguiéndole casi a todas partes, preguntándole en clase por cosas triviales, lo hacía para quedarse a solas con él. Algunas de sus amigas le advirtieron de la fama del profesor, que corrió tras las aulas como un lobo aullando. Rumores que a ella no le importaban. Se decía que al profesor le gustaba maltratar a la amante de turno y que las relaciones acababan mal por eso y otros asuntos turbios. Pero eso no le paró los pies para conseguir su objetivo. No creyó en nadie, ya que a solas con él, en la clase, le daba conversación agradable y amistosa; según ella, era dulce y amable y no se sobrepasó ningún momento con ella. Fue correcto en todo momento. María se lo explicaba a sus compañeras, pero nadie le creía. Por culpa de este tema, empezó a perder a sus amistades, incluso llego a oídos de su padre, que le amenazó con dejar de pagar los estudios… pero ella seguía obsesionada con el profesor. Su nombre lo escribía una y otra vez, dibujaba corazones como una adolescente; su obsesión fue tal, que empezó a sacar malas notas en algunas asignaturas, dejó de salir para espiar a Miguel. Esto le cegaba y no le dejaba ver, que un hombre se había enamorado de ella de verdad. Otro profesor de la universidad: Marcos. Por supuesto, ella no sabía que él se estaba enamorando de ella, ni se daba cuenta, o no quería verlo, hasta que una tarde, éste se lo confesó tras el examen de febrero.

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