martes, 2 de julio de 2013

MARICA MALA (CUARTA PARTE. FICCIÓN)

Tras sentir su asquerosa mano y percatarme que se trata de Jesús, me levanté del banco inmediatamente; sin mayor vacilación, le pegué varios puñetazos en la cara, rompiéndole la nariz. Me tenía hasta los huevos, con sus tonterías y sus encontronazos “casuales”; él, en lugar de defenderse, sonrió malévolamente, con una sonrisa que me dio arcadas; una sonrisa de marica mala, perversa, que había planeado todos los encuentros al milímetro, cuadrando su plan a la perfección, siendo yo su presa. Así me lo hizo saber, tras limpiarse la nariz, sujetándosela como si se le fuera a caer; se quedó inmóvil en una de las rayuelas del andén; me soltó que había conseguido su objetivo, que le pegara para poder denunciarme, acaso no hiciera lo que él quisiera, que era tenerme en su cama. Yo estaba flipando, no podía entender, que hubiera hecho todo eso por tener sexo conmigo, o por poder llegar a ser algo más. Lo que me estaba ocurriendo no podía ser real, como una persona puede llegar a ese punto enfermizo, de inventarse cosas sobre mí y los demás, de seguirme y quedarse como un pasmarote, inmóvil en la rayuela sucia, como si lo que me hubiera dicho, hubiera sido una cosa normal.

Mi reacción, fue arrearle otro puñetazo, con todas mis fuerzas, me daba igual que me denunciara, me la suda, es más, no creo que ni lo haga. Tras tumbarlo de nuevo, me giré y le dejé claro las cosas, una vez más, sin saber que iba a servir de algo, ya que le daba absolutamente todo igual. Me lo había demostrado, soltándome aquella estupidez, que tío más patético, que mente más enfermiza; me estaba empezando a dar verdaderamente asco. Menos mal que el metro ya ha llegado; me monté en uno de los vagones, y le hice una peineta. No me voy ni a molestar en mirar el Twitter, me la pela lo que diga de mí, o de mi gente. Ya estaba realmente hasta los cojones de tener que encontrármelo en cada sitio que iba, de verle pavonearse, de oír su puta carcajada. No suelo ser violento, pero “el galleto” había pasado ya el límite de mi paciencia. Es que tras contárselo a Santiago, aún no me podía creer, que aquella mente enfermiza, estaba haciendo todo eso, por tener mi polla en su boca, en culo o creer que podía tener algo serio con él; ni como se suele decir, aunque fuera el último tío de la tierra, me lo follaba. Antes de metérsela a un tío como él, prefiero pajearme mil veces; estoy realmente encabronado, pero no de forma sexual, sino tengo una mala leche encima, de no saber, desde cuando el puto Jesús me está espiando. No es que le tenga miedo, pero si es capaz de hacer eso, se le puede cruzar más los cables y hacer algo más grabe. Es más, no creo ni que este enamorado de mí, sino que es un enfermo mental, que se ha obsesionado conmigo, y vete a saber con cuantos más. Que no tiene vida propia y se inventa una, haciéndola suya, creyéndose sus putas mentiras, sus locuras, implicando a gente, que ni le conoce.

Antes de dormir, me di una ducha, de agua fría, de la calor que está haciendo; me hice un pajote, viendo una de mis escenas favoritas y me quedé fritó. Al día siguiente, lunes, me dirigí a la oficina, como era habitual, alrededor de las siete de la mañana. Nada más entrar, mi secretaria se encontraba ya en el puesto. Antes de entrar en el despacho, me paró un instante, y me dejó un sobre. No tenía remitente; le pregunté quien lo había dejado, moviendo los hombros sin abrir la boca. Lo abrí. Era una nota de Jesús que decía así:
“hoy a las doce te espero en la puerta del corte inglés de princesa, si no estás allí te denunciaré. Vas a ser mío si o si”.
Tiré la nota a la basura, si quería denunciarme que lo haga. Me la pela.
La mañana del lunes pasó lentamente, como todos los lunes, se me hizo bastante pesado. A las dos y cuarto, Santiago me vino a buscar para comer juntos; teníamos pensado ir al “Vips”; antes de bajar, le pregunté si había visto a Jesús merodeando por el edificio; le conté lo sucedido, no lo hice antes para no preocuparle, o para que se enojará más que yo. Me comentó que no le había visto, pero que si volvíamos a tropezar con él, que deberíamos de tomar cartas en el asunto; dicho y hecho, nada más sentarnos para comer, cerca de uno de los ventanales, vimos pasar “al galleto” con aquel hombre mayor, el mismo que vimos en la discoteca. Iban agarrados del brazo, como un abuelo con su nieto, pero con la diferencia, que una de las manos de Jesús, le tocaba el culo. Nos miraron, y él sonrío con aire triunfal; en la nariz, tenía un tabique, y signos de mis puñetazos. Nos hicieron signos como si quisieran sentarse con nosotros; Santiago le dijo que no, pero como si no hubiera dicho nada. Menos mal que estaba bastante lleno y no pudimos cambiarnos a una mesa más grande, y tuvieron que sentarse algo lejos. Pero sabía que me miraba, sabía que le estaría contando mentiras y sabía que iba a ser una auténtica pesadilla. Algo tenía que hacer, pero no sabía el qué.

Aquella misma tarde, nos lo crucemos una y otra vez, claro lo tenía fácil, estábamos en el centro, por la calle Fuencarral. Al final logremos darle esquinazo. Temíamos que si me lo había encontrado en la parada del metro, cercano al piso de mi chico, podría saber dónde vivía. Al menos en mi pequeño piso no. O eso creo. No estábamos seguros si sabía dónde vivíamos, pero pronto lo íbamos averiguar. Alrededor de las nueve de la noche, tras pedir comida china, estábamos los dos sentado en el sofá, tranquilamente, cuando sonó el telefonillo. No podía ser el repartidor, no había pasado ni un cuarto de hora. Santiago se levantó, descolgándolo de forma graciosa, cuando en cuestión de segundos soltó por su boca "hijo de puta". Me miró cabreado, y con esa mirada, me hizo entender que se trataba de Jesús. No me lo podía creer, el muy hijo de perra nos había seguido, o no sé como demonios había averiguado donde vivía  y es más, si sabía donde nos encontrábamos, seguramente sabía donde vivía yo. ¿Cómo? pues no lo sé. Me puse el pantalón y bajemos por las escaleras, pero él ya no estaba allí. Tras cenar y de un par de llamadas al teléfono fijo, sin obtener respuesta del otro lado, llamemos a un amigo policía, para explicarle la situación y para ver si podíamos hacer algo. Vino a casa con unas cervezas, y le expliquemos lo que nos está ocurriendo, con todo detalle. No obvie ninguna parte. Nos dijo que poco podíamos hacer, ya que esas denuncias casi no llegan a nada o que tardaría mucho en solucionarse, y que no me preocupara, porque él cree lo mismo que yo, que no me va a llegar a denunciar, ya que tendría que contar algo convincente, y tal como es Jesús Galient, no cree que se le ocurra. Que lo que podía hacer, era hacerle un pequeño engaño, porque está casi seguro, que si le "daba una cita" me dejaría en paz. No estaba muy convencido de eso, pero podría funcionar.


Desde aquella noche, estuve un tiempo sin verle, y ya casi creí que había desaparecido de mi vida. Miré un par de veces su cuenta, y seguía con sus gilipolleces, pero me había dejado de mencionar. Era casi un milagro, no me dejó ninguna nota más, no le vi alrededor del edificio de mi trabajo, no volvió por casa de mi chico... pero cuando menos me lo esperé y ya creía que se había olvidado de mí, una noche me encontraba en casa, preparando unos informes para el día siguiente, cuando llamaron directamente a la puerta. Antes de abrir, me puse un pantalón y una camiseta. Estaba desnudo, como era habitual, y más en verano. Miré por la virilla, temiendo lo peor. Y así fue, era Jesús. Iba vestido con un pantalón de lo más ridículo con una camiseta negra. Llevaba unas gafas de sol, extra grande, que no necesitaba en ese momento, y sonreía de esa forma que me sacaba de mis casillas. Con su voz, seguido de una carcajada escandalosa, me dijo que si no le dejaba entrar, iba a montar un escándalo  y que si no había ido a denunciarme, era porque me daba una oportunidad. Como si la necesitara, pensé yo. Le dejé hablar, y como en tantas ocasiones, solo decía estupideces; se inventó que se había tenido que marchar a Valencia, a ver a un familiar. Con voz cortante, le dije que fuera al grano y que cojones quería de mí. Su respuesta, tras seguir contando cosas que no me interesaba en absoluto, y menos viniendo de él, fue que fuera su amigo. Perplejo tras oír su respuesta, y recordando el plan, le dije que le daba una oportunidad, pero tenía que dejar de seguirme, de molestar a mi chico; eso le puso furioso, al oír que decía mi chico, su cara cambió por completo; se puso a gritar como un histérico, que si no decía en Twitter que lo había dejado con Santiago por él, que me iba hacer al vida imposible. Como si no lo estuviera haciendo ya. Con paciencia, me lo llevé a mi terreno; no sé como pude aguantar las ganas de volver a zurrarle, pero lo hice, con total serenidad, le dije que eso no lo iba hacer, ya que no hacía falta; le mentí diciéndole que estábamos mal, y seguramente lo íbamos a dejar definitivamente y que cuando tuviera un hueco, podríamos quedar a tomar algo, ya que ahora andaba ocupado. Picó el anzuelo, tranquilizándose; me guiñó un ojo, pensé que iba a darme un beso, pero me dio la mano y tal como vino se fue. Cerré la puerta, respiré por un instante, casi con desesperación. Llamé a mis colegas, a mi novio y le expliqué lo ocurrido. El plan se había puesto en marcha.


4 comentarios:

  1. Como sé que en el fondo sí vas a hacerme un poco (poquito más bien) de caso voy a ser un poco más bueno que en otras ocasiones, jejejejeje!!

    Me encanta que estés más al tanto con la puntuación y uses frases más cortas sin tantas subordinadas, lo que facilita la lectura.

    Ya puestos a piropearte, hay que reconocer que el hilo narrativo es mucho más ordenado y claro y que -como ya te dije- el nuevo giro de la trama es muy interesante y te permite nuevas y muy interesantes posibilidades que estoy esperando que vayas elocubrando ya en esa bonita y desconcertante cabecita tuya, jejejejeje!!

    ¡¡Sigue así y ya sabes que confío plenamente en que no vas a dejar de sorprendernos con la quinta parte, amigo!!

    ErosMacho

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  2. Me encanta:

    Nos conduces a un buen relato, desde la mano de la lujuria y tu exquisita forma de excitar en los relatos sexuales; a la impotencia, desesperación y cabreo con tus formas de describirnos los momentos de tensión.

    Sin duda uno de los grandes textos aficionados que se pueden leer últimamente por el mundo bloguero. Simplemente necesita algún repaso de corrección, pero es perdonable tras las grandes palabras que nos muestras.

    Espero que nos sigas llevando a ambos extremos (sexo-odio), como has conseguido con estos cuatro capítulos hasta el momento.

    F.B.

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