jueves, 17 de mayo de 2012

RELATO V

Entrada Original, Viernes 15 de Octubre del 2010

Rocio trabaja doce horas diarias para sacar adelante a su familia; está casada, tiene tres hijas y su marido está en paro. Hace meses que no encuentra nada, ni tan siquiera una chapuza para hacer en alguna casa. Esta triste y deprimido, aunque su mujer le apoya mucho. Lleva al colegio a las niñas, compra el pan y algunas cosas necesarias para el hogar; por las mañanas da de desayunar a sus hijas, las peina, a la mas pequeña la viste, y se las lleva al colegio. Luego va al paro, diariamente, a preguntar si hay alguna oferta; aunque sea mala la quiere coger. Esta agobiado, y no es para menos. Una hipoteca, una furgoneta comprada apenas hace unos meses, el colegio, la compra, los gastos, ropa y un sinfín de cosas necesarias, incluidos algunos caprichos. Aunque hace tiempo que caprichos en su casa no entra. Hace tiempo que no van al cine, ni a cenar, y de vez en cuando piden pizza o en el chino del barrio; sobre todo los viernes o domingos noche. No todas las semanas, eso saben que no puede ser, pero de vez en cuando pues no está nada mal. También pasa por las oficinas de empresa temporal, pero la respuesta siempre es la misma, que ya le llamaran.

Rocio es asistente social y camina diariamente unos cuantos kilómetros para ahorrarse el abono transporte y así coger el coche lo menso posible. La gasolina se ha puesto por las nubes y ese dinero les viene bien para otras cosas. Se compraron la furgoneta cuando creían que las cosas iban bien; él tenía un trabajo estable, ella también, y se lo pudieron permitir; pero la cosa cambio de la noche a la mañana, y ahora casi no la utilizan. La empresa donde trabajaba él cerro sin previo aviso; los más de trescientos trabajadores se manifestaron durante semanas, protestaron porque se habían quedado en la puta calle, y sin cobrar ni un puto duro; pero no obtuvieron respuesta y aún esperan el juicio para que le paguen la indemnización, aunque temen que ese dinero nunca lo tendrán en sus manos. La justicia es lenta y los trabajadores salen perjudicados, mientras el empresario tiene los bolsillos llenos. Es injusto, pero Mario no se rendirá fácilmente. Su esposa le apoya totalmente, incluso le acompaño en algunas de las múltiples manifestaciones.

A ella le viene bien el caminar, porque así se despeja por las mañanas y hace ejercicio; le sobra unos quilos, siempre se dice lo mismo, pero la vuelta es más dura, ya que está realmente cansada. Cuida ancianos a domicilio, y está esperando que le salga una plaza en una residencia; donde ganara más dinero, tendrá un horario, un turno. Normalmente trabaja de lunes a viernes, y algún sábado por la mañana, pero a veces la llaman para alguna emergencia y no tiene más remedio que ir, sea la hora que sea. Pero hay días que si tiene que coger la furgoneta porque la mandan al quinto pino y no puede ir andando. Sería una locura.

La rutina se ha instalado en su casa y cada vez se le hace más difícil llegar a final de mes. Optan por poner a la venta la furgoneta para pagar la gran parte del crédito y así ir un poco más desahogado. Pero justo unos días después de colgar el cartel en la furgoneta y en una página de internet, a ella le llaman del centro Geriátrico dándole la respuesta deseada. En Octubre puede comenzar a trabajar, con un horario de lunes a viernes y un fin de semana al mes; cobrará muchísimo más; esa noche lo salen a celebrar, junto a sus tres hijas a un restaurante. Incluso se permiten el lujo de tomarse una botella de champan. Inmediatamente eliminan el anuncio de la página web y quitan el cartel; aún quedan varias semanas, pero están felices. Por fin algo les sale bien. Solo falta que a él le llamen de alguna fabrica para ir mucho mejor y poder pagar todos los recibos con tranquilidad; la verdad, que con el sueldo que va a ganar, van a mejorar su calidad de vida, en muchos puntos; están felices, y esa noche hacen el amor con una pasión desmesurada. Hacía tiempo que no lo hacían, por cansancio, por desgana por parte de Mario, por la tristeza instalada en su casa, pero eso iba a cambiar. Y tanto que cambió, ella jamás pensó que entrar en aquel geriátrico iba a ser su mayor pesadilla.

Las dos semanas que faltaban para el mes de Octubre a Rocio se le paso volando; pensó que iba a ser algo pesado, pero saber que le esperaba la recompensa, le motivo para estar de buen humor; Mario también estaba más feliz, más relajado, aunque no paró de buscar trabajo. Le salió algunas chapucillas; todo iba encaminado a la estabilidad. A sus hijas les compró ropa en su tienda preferida, para continuar con la celebración. Necesitaba este gran respiro y por fin lo había conseguido.

El uno de Octubre Rocio llegó veinte minutos antes de la hora del inicio; unos días antes había ido a conocer al personal, las instalaciones y había un ambiente bastante relajado, aunque algunos celadores tenían caras largas, bastantes malhumorados; éstos, se encontraban en un ala que ella no tenía autorización para entrar. Tampoco quiso preguntar el porqué y dejo pasar el tema sin más. Casi nadie tenía autorización para entrar allí; eso sí, había un mutismo sobre aquel lado, que daba miedo. Pues bien, ese día tomó un café con los compañeros y las horas se esfumaron como si fueran minutos. Fue conociendo a los ancianos que residían allí, más los que iban a pasar el día, ya que los familiares no podían hacerse cargo de ellos. La edad media era de setenta y ocho años. Les lavó, cambiaba las sabanas, les obligaba a caminar, con una psicología que solo ella dominaba. Los ancianitos se sentían seguros con ellos mismo. Amador, uno de los más mayores, preguntó por Rosalinda Hernandez. Ella no supo que responder, ya que era el primer día y fue a preguntar a un celador que estaba en la ventanilla. Él, con cara de sorpresa, pero escondiendo alguna información ajena a Rocio, le contestó que Rosalinda se había ido hace meses con un familiar de Málaga. Ella, quedo satisfecha con la respuesta, pero dudó de que no escondiera alguna información. Pero no le quiso dar vueltas, ¿Por qué el celador iba a esconder información sobre Rosalinda? Se preguntaba en su cabeza y se decía así misma que era absurdo pensar eso. Al ver de nuevo a Amador, antes de terminar el turno, por fin ocho horas, le dio la respuesta que el celador le había dado. Amador, dijo que eso era imposible, ya que hace dos noches la había visto vagando por el pasillo del ala derecha de la residencia y que no la había vuelto a ver; que hacía semanas que no comía con ellos, que no iba hacía la sala de la televisión… y refunfuñando se marchó a su habitación. Rocio volvió hacía la ventanilla, sin entender bien lo que sucedía; el celador, con cara de cabreo, le volvió a repetir la misma explicación y le espetó que el viejo chocheaba ya; soltando una carcajada algo estúpida. Ella sin más, salió por la puerta. Montó en su coche y se dirigió a su casa. Allí le esperaba su marido y sus hijas para cenar.

Al día siguiente, Amador la abordó de nuevo y la juró que ayer vio salir a Rosalinda a altas horas de la noche; Rocio no quiso oírle y le riño por pasearse a esas horas por la residencia; él volvió a refunfuñar y a regañadientes comentaba que nadie le hacía caso, que allí ocurrían cosas raras, que no era tan paraíso como hacían ver. Ella continúo con las tareas. A la hora del desayuno, los abuelitos estaban sentados en la sala de la televisión, viendo un programa de tele cinco. Repartió algunas pastillas, y la cocinera iba sirviendo el almuerzo. Rocio, se sentó luego con algunas compañeras, para hacer el descanso, y sin temor preguntó por Rosalinda. Algunas de ellas le dieron la misma respuesta que el celador; se quedo algo más tranquila. También comentaron que Amador ya estaba algo mayor, y que muchas noches vaguea por la residencia porque no puede dormir y ve fantasmas en todos lados; que no le hiciera mucho caso. Luego, al recoger los vasos y platos, los llevó a la cocina con el carrito. Veronica, una de las cocineras, cuchicheándole al oído, le dijo que a las tres la esperase en el parquin; con prisas, marcho de nuevo al comedor. Rocio se quedo pensativa.

A las dos menos cuarto, llego el siguiente turno; contaron las incidencias, pasaron el parte médico y con alegría se despidieron hasta la mañana siguiente. Rocio, recogió su taquilla rápidamente y se dirigió al parquin. Allí estaba, apoyada en su coche Veronica. Se acercó con un cigarro en la boca, preguntándole casi atropelladamente, que es lo que pasaba, que la tenía en ascuas con tanto misterio. Veronica, observó alrededor para comprobar que no había nadie que pudiera oírla, y le dijo sin tapujos que Rosalinda sí que está en el ala oeste, junto a otros pacientes y que allí ocurría algo raro. Que pocas personas tienen autorización para entrar allí, pero ella aseguraba, que los pacientes que creía ella que se habían ido de la residencia, se encuentran allí. No todos, porque algunos los he visto marchar con mis propios ojos, buscados por sus familiares, pero los que ya no tienen familia, los que son abandonados, pasan a esa sala. Rocio estupefacta por lo que oía, le espetó con la mano, para que hiciera silencio, preguntándola como sabía eso. Que era una locura pensar que esos ancianos estaban allí por alguna razón, que no tenía ni pies ni cabezas. La cocinera negaba con la cabeza, sabiendo que no la iban a creer, como al pobre Amador. La desafió a que cogiera la llave y echara un vistazo. Rocio se negó en rotundidad, que ella, sintiéndolo mucho, no podía creerla y no se iba a jugar el puesto de trabajo que tanto le había costado conseguir. Que si eso fuera cierto, porque nunca se ha denunciado y porque las compañeras no han dicho lo mismo; que el señor Amador esta mayor… Veronica no quiso escuchar más; tirando el cigarro se dirigió a su viejo auto y se marcho.

Tras una cena en familia, Rocio no pudo conciliar el sueño; no dejaba de pensar en Rosalinda y en lo que le habían explicado. A la mañana siguiente, viernes, no pudo ocultar las ojeras y sus compañeras le decían en plan guasa, que si había tenido una noche movidita con su marido, que si había hecho la postura del perrito o un simple misionero… ella se lo tomo a risa y las carcajadas sonaba en toda la sala del café. Veronica esa mañana no iba a trabajar, por lo tanto no pudo pedir disculpas y decirle que tenía intención de mirar en los archivos, pero conseguir la llave era algo difícil y arriesgado; quería decirle que entendiera su postura, pero que iba hacer todo lo posible para averiguar el paradero de Rosalinda. La mañana transcurrió con normalidad; Amador apenas habló con las enfermeras. Estaba dolido y triste por tratarle como si fuera un viejo loco. Ella hizo las tareas de todos los días y esa mañana le fue imposible mirar los archivos. Tenía que esperar al lunes. Llamó al móvil a Veronica pero no le contestó. Le dejó un mensaje de voz y hasta la tarde no obtuvo respuesta. La cocinera le dijo que le ayudaría con el tema de los archivos, y le agradeció su ayuda. También le explico que si no lo denunciaba, o iba a la policía, es porque no tenía ninguna prueba y que narices iba a contarles. En eso tenía razón. Quedaron que iban hacer un pequeño registro el lunes.

El fin de semana lo paso junto a su familia; ahora que tiene más tiempo, las puede ayudar con los deberes, cuidarlas, jugar con ellas, cosa que antes le era casi imposible, ya que siempre estaba cansada. Su marido está pintando un bloque entero y el sábado por la mañana fue hacer unas horas. Por la tarde fueron al centro comercial hacer la compra semanal y luego cenaron fuera de casa; hacía muchos meses que no lo hacían. Fueron al restaurante preferido por la familia. Fue un verdadero fin de semana. El primero de muchos. O ella creía Rocio, ya que no sabía lo que le esperaba en la residencia.

El lunes a primera hora, tras servir el desayuno, Veronica y ella fueron a la habitación donde se encontraba los archivos. Allí podrían registrar y buscar alguna pista sobre la realidad de Rosalinda. Ella tenía acceso con facilidad, ya que muchas veces, tenía que consultar los expedientes de algunos ancianos, pero prefirió ir con la camarera. Miraron en los archivos centrales; encontraron el expediente de Rosalinda. No había ningún papel que justificara la salida de la residencia; no había ninguna firma de ningún familiar, que justificara que fueran a recogerla y llevársela. No había nada, ninguna salida. Se miraron estupefactas. Lo que sí que descubrieron es el informe de su enfermedad generativa. En los datos no había ningún teléfono, ni su dirección. Una vez comprobado el dato de Rosalinda, descubrieron, gracias a la gran memoria de Veronica, otros residentes que en teoría habían sido recogidos por familiares, que el informe estaba completamente vacío y con la misma enfermedad. Aquello no era suficiente, ni concluyente, para denunciarles. Tendrían que entrar en la sala.

Tumbada sobre la cama, junto a su marido, le explicó un poco la situación de su nuevo trabajo. Que lo que creía que había sido suerte, no lo era tanto. Su marido ni se inmutó. Le ridiculizó diciéndole que si ahora se dedicaba a investigar, y que aquella teoría de conspiraciones, desapariciones no tenía ni pie ni cabeza. Que vaya burrada se estaba inventando y que dejara de hablar con aquella camarera chiflada, y que hiciera su trabajo y no se metiera en nada raro. Rocio, medio enfadada, le dio la espalda e intento dormir. Si lo piensa, su marido tiene parte de razón. Estaba en una residencia, tenía buen sueldo, buen horario, ¿Por qué una residencia con tantos ancianos, bien cuidados, iba hacer desaparecer a gente? Se preguntó eso durante toda la noche, y una vez más no pegó ojo.

Al día siguiente llegaron de nuevo las bromas, que si leona, que si tigresa, que menuda vida sexual… así hasta la hora del café. Tras el descanso, ayudó a Francisca a lavar al señor Gabriel. Estaba algo gordo y una sola persona no podía. Hablaban de vanidades de la vida, de la revista del corazón, de las horas que llenaban Belen Esteban en la pantalla… y otras famosas de turno. Rocio, con mucha prudencia, tras aburrirse de temas que no le interesaba, le habló de lo contenta que estaba en el trabajo, que cuanto tiempo llevaba ella, que cuantos residentes había, si había entrado en la sala… allí hubo un silencio rotundo. Sin mirarla a la cara, le contestó que ella nunca había estado autorizada y que no sé porque le daba tantas vueltas al asunto, que trabajara, que hiciera sus horas y que no preguntara tanto. ¿Pero porque tanto misterio? Preguntas y preguntas que no tenían respuestas claras. Tras el baño a Gabriel, se marcharon hacer otras tareas. Rocio se fue directamente a Veronica para preguntarla por las llaves de la sala, que donde se podría encontrar. Le explico la conversación que había mantenido… algo estaba pasando allí y tenía que averiguarlo.

Unos días después, para no levantar mas sospechas, Veronica y Rocio hablaban con las compañeras con normalidad; no se iban las dos solas cuchicheando, se relacionaban y sobre todo no hablaban de Rosalinda. Lo que si hicieron, fue hablar con Amador. Él le contestó encantado a todo. Que las personas que se habían llevado aquella sala, son ancianos con dinero, que la familia les abandona a su suerte o simplemente no tienen. Pero que al resto de residentes, les cuentan que se los lleva la familia a su hogar, para cuidarles ellos mismos y que él sabe que eso no es cierto. Casi nadie que reside allí, tienen visitas y los que vienen solo a pasar el día, esos sí que se van con sus propios pies, pero los que estamos aquí, corremos otra suerte. Que algunos amigos suyos, había desaparecido de la misma forma que Rosalinda y nunca más le volvieron a ver. Si fuera cierto que se marchan a sus viejos hogares, habría una normalidad y estaba claro que no la había. Que él había visto muchos de ellos, al otro lado de la puerta de la sala oeste; que intentó hablar con la policía pero nadie le creyó… lloraba igual que un crio. Rocio le prometió que iba hacer todo lo posible para ayudarles, pero le hizo prometer a él que no iba a decir nada a nadie más sobre lo que él sabía. Y así fue.

Los días iban pasando y no sabían cómo robar las llaves. Entonces, decidieron cambiar el turno, tanto Veronica como ella, alegando que su marido había comenzado a trabajar; lo de su marido era cierto y si ella hacia el turno de noche, por las mañanas podría llevar a sus hijas al colegio, dormir, recogerlas y luego dormir un rato por la tarde. Por la noche estaría más tranquilo.

Un miércoles fue cuando ocurrió todo. Las dos estaban tomando el bocadillo, con Ernesto, uno de los celadores. Las llaves estaban en su taquilla, lugar donde las guardaban todos, en la hora del almuerzo, en lugar de llevarlas encima. Veronica, más descarada que Rocio, llevaba días haciéndole ojitos para camelárselo y poder coger las llaves. Un plan que había visto en más de una ocasión en las películas de clase B. El resultado fue positivo. Le estaba comiendo la boca, cuando extrajo la llave de su bolsillo izquierdo, mientras le rozaba el miembro ya erecto. Se las paso a Rocio, ésta abrió la taquilla, cogió la llave, abrió la puerta, quitó el seguro, para poder pasar después sin problemas; la ronda ya la había hecho, así que tenían una hora más o menos para poder averiguar lo que allí pasaba; todo esto lo hizo en un silencio rotundo, pasándole de nuevo la llave a Veronica, volviéndolas al bolsillo del celador. El plan había salido bien. Eso pensaban ellas. La cocinera había quedado a la hora de la salida con el celador, para no levantar sospechas; ya le daría luego una excusa para no irse con él; bueno, dependiendo lo que averiguaran, podría irse con él a la cama. No estaba mal el muchacho.

Continuaron haciendo el trabajo habitual, en una noche bastante tranquila y llegó la hora de la verdad. Las dos sin ser vistas, pasaron delante del celador, que caliente aún, había empezado la ronda en los servicios. Necesitaba descargar.

Al residente Amador, no quisieron decirle nada, para que no chafara el plan, y decidieron darle un somnífero, para que durmiera y no anduviera paseando por las noches por los pasillos. La puerta estaba tal como la había dejado. Entraron en la sala dividida en habitaciones, casi eran cerdas, con barrotes; algunos se acercaron y lo más lucidos pidieron ayuda. Un escalofrió recorrió el cuerpo de las dos muchachas al sentir esos gritos de dolor. Algunos lloraban. En una gran sala, había un crematorio, y encima de sus mesas varios cuerpos. Uno de ellos era el de Rosalinda. Al lado un informe y un testamento donde dejaba todo su dinero a la residencia. Estaba firmado por ella, donde renunciaba a todo. Había signos de tortura, evidentes en su cuerpo. El otro cuerpo lo mismo. Signo de violencia, el mismo informe, un testamento y todo para la residencia. Rocio no pudo contener las lágrimas y Veronica vomitó allí mismo. Los ancianos estaban siendo torturados, abandonados en aquella sala, desnutridos para que firmaran el testamento redactados por uno de los abogados de la residencia.

No llevaban ni diez minutos, cuando se dirigieron a otra gran habitación, donde yacían cuerpos atados a las camas; no sabían bien si estaban vivos o estaban drogados, porque todos ellos tenían los ojos abiertos. A toda prisa, se dirigieron al único teléfono que vieron, pero se llevaron una gran sorpresa, no había línea. La luz, de repente se apagó. Encendió una pequeña linterna, de bolsillo, y se dirigieron hacia la puerta y poder salir de allí y llamar a la policía. Aquello había que denunciarlo ya. Volvieron por donde habían pasado, recorrieron sus propios pasos, pero al llegar al crematorio les esperaban. La luz la volvieron a dar a los dos minutos. En la sala estaba uno de los doctores, varios celadores y el director. Sus miradas echaban chispas; ellas se agarraron las manos, sabía que allí acababa todo. Y así fue: tras atarlas en las camas le fueron explicando que no tuvieron que meterse en aquel lio, que tenían instrucciones para no entrar en aquella sala. Que tenían que haberse quedado quietas y no entrometerse en aquel "negocio". Y ahora iban a pagar por aquello. Le dieron un pinchazo a cada una y en varios minutos se quedaron dormidas.

Había transcurrido dieciocho horas; despertaron en una habitación acorchada, como si fuera una habitación de un manicomio. Estaban juntas. Aturdidas, sin fuerzas, se agarraban a las manos dándose ánimos. Había cámaras, estaban vigiladas. Uno de los celadores había hablado con el marido de Rocio, diciéndole que se había tenido que quedar hacer unas horas, ya que iban a llegar nuevos residentes; él se quedo tranquilo, ya que en alguna ocasión se había tenido que quedar a dormir allí. Si que le extraño que ella no le hubiera llamado, pero pensó que estaría muy ocupada. Veronica vive sola, y no había nadie a quien avisar.

En aquella habitación acorchada, había rejillas y la puerta, totalmente blanca, había un pequeño cristal para ver el exterior y una puertecita donde cabía apenas una bandeja de comida. Tenían miedo, y sin tener que decirlo sabían que iban a morir. Ambas pensaron como habían sido tan ingenuas de no pensar que habría cámaras por toda la sala; cámaras invisibles a la vista, pero eficaces para intrusos del propio centro que no sabían de aquella actividad ilegal. No sabían si era de noche o de día. El plan del director ya estaba en marcha. Esa noche iban a morir asfixiadas. Las rejillas estaban puestas de aquella manera para evaporar gas venenoso.

Tras una muerte rápida, indolora, metieron los cuerpos en sus coches y lo tiraron al embalse, para si alguna vez fueran encontradas, pareciera todo un accidente. El director del centro, avisó al marido al segundo día; le habló en un tono preocupado y lo mejor que podía hacer era denunciar su desaparición. Se acercó varias veces a la residencia para hablar con él y todo el mundo se comportaba de la misma manera; dándole ánimos, que la iban a encontrar, que seguro le llamaba en breve… el pobre no entendía como su mujer le había abandonado o donde podría estar. La historia fue bien contada y siempre dieron la misma versión. Que ella tras hacer su buen trabajo, se había marchado con su amiga Veronica y que no volvieron a verlas y que inmediatamente avisaron a sus familiares y que habían hablado con la policía.

Transcurrido dos años, una familia en una noche de niebla, se había salido de la carretera y había caído el embalse. A las siete de la mañana, un grupo de pescadores, al ver las vallas rotas, avisaron en seguida a las autoridades. Encontraron el coche en el fondo, junto al coche de Veronica. En él dos cuerpos irreconocibles, pero con las pruebas suficientes, se dieron cuenta que eran las dos mujeres desaparecidas dos años atrás. El marido y una prima de la cocinera, reconocieron los cuerpos. La muerte, asfixia, un terrible accidente de coche. No habría investigación.

Mientras tanto, la residencia continuaba con sus actividades, maltratando más ancianos y sacando partido a su macabra actividad. Continuaba con normalidad cara al exterior, pero aquel terrible secreto que todos guardaban, fue callado para la eternidad.

 

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