Todo el mundo deberíamos de pasar una vez en la vida por “La Caja”. Por supuesto que es mi opinión, pero creo que nos vendría bien a todos. Te liberas de tus fantasmas, de tus sentimientos y después llega una rica calma. Los que han pasado, incluyo a los anónimos creo que compartirán conmigo esto. Sé que las cosas no se arreglan por arte de magia, pero uno se tiene que sentir liberado, soltar esa adrenalina, esos sentimientos que muchas veces no te deja avanzar, pero creo que se debería de continuar con sesiones si fuera necesario. Yo el viernes, 29 de abril del 2011, me liberé y mucho con la caja de Belen Esteban. Sé que mucho no os gusta, pero hay muchos que sí. No comparto todo lo que hace, dice o deja de hacer, pero sinceramente hay temas que si lleva la razón y si es necesario la defiendo. Y el viernes ella sufrió (bueno cuando lo grabara) y así se reflejo, tanto en directo como dentro de la caja.
Pero esa no es la cuestión, lo que me hace dedicar esta entrada al programa de Tele 5 es lo que conlleva el entrar, llámese Belen, Pepita, o Jorge (como dice Kiko Hernández en más de una ocasión desde el plato, que por cierto, sus declaraciones tampoco me dejaron indiferente). Lo importante es lo que se cuenta dentro, lo que uno va soltando a medida que las imágenes avanzan. Yo el viernes, tal como dije en Twitter, lo pase realmente mal viendo el programa. ¿Por qué lo vi? No sé si os preguntáis eso, pero yo os respondo: Primero porque quería verlo, segundo sabía que si lo veía iba a llorar, como muchos de vosotros, somos mortales. Un hombre también llora, será antigua esa frase, pero aún veo, leo, observo (cuanto tiempo que no os cuento que me gusta observar) el machismo, la estupidez de decir que un hombre no puede o no debe llorar en presencia de otros… absurdo decir que un hombre es menos hombre por llorar… si señores se sigue escuchando, al igual que se dice que la mujer debe de estar en la cocina y el hombre trabajando. Se sigue diciendo, lo creáis o no, yo lo sigo oyendo, quizás muchísimos menos que antes, por suerte, si se le puede llamar suerte a eso, pero aún hay gente muy chapada a la antigua… eso podría ser otra entrada.
Pues bien, lo vi porque me gusta el programa, somos cotillas, y no me avergüenzo de reconocer que me flipa el cotilleo, como al que más, y quería verlo y así lo hicimos (en plural porque lo vi junto a Lucia y a mi pequeñuelo). Pues eso, que me gusto mucho el programa, y solté todos mis sentimientos con lagrimas, todo el sufrimiento que uno lleva dentro, que sabiendo que está ahí, lo tapa o no quiere verlo. Sufrí con ella, sufrí porque mis padres ya no están conmigo, porque les echo de menos (dejo claro porque seguro que algún energúmeno/a me dirá que si solo le echo de menos cuando veo un programa de este estilo); no señores, les echo de menos todos los días, y aunque parezca mentira lo digo, porque conozco estúpidos que puede criticar esta actitud. Claro que me la pela, pero ya me dijeron en más de una vez que mis padres seguían vivos y que me inventaba eso para dar lastima. Si, aún hay muchos hijos de puta que llegan a decir eso para tener protagonismo, pero que triste es que tengan que decir o hacer daño para sentirse superiores por un instante. Triste y lo vuelvo a repetir, unos hijos de puta. Pues bien, les echo de menos a diario, pero uno no puede estar pensando todo el día en seres queridos, ¿sino no viviríamos tranquilos no? Pregunta que me respondo yo de nuevo. Es ley de vida, y el día de mañana me moriré, te morirás, y los que se quedan intentan pasar página o continuar la vida lo más feliz posible, porque quien no puede hacerlo tiene una depresión de caballo y acaba “loco”. Pero cuando ve imágenes, o ves sufrir a otras personas, pues lógico que los sentimientos afloren, que no significa que se tenga que llorar, no creo que las lagrimas, sean más o menos o no las haya, sean sinónimo que sufres más o menos… creo que el concepto está claro. Pues eso, que el viernes lo pasé realmente mal viendo la caja de Belen Esteban, viendo como lloraba por la monja que la cuidó y ayudo a su familia, lo de su padre, pues me derrumbé, mientras Lucia me acariciaba en silencio. Me vi a mi mismo viendo a mis padres, y otros familiares, amigos, los que ya no están conmigo. Vi a mi padre sentado en el sofá, en silencio, callado, no hablaba mucho, pero muy feliz. A su lado, a mi madre, sentado siempre dándole la mano. Los vi juntos, sé que lo están, y lloré, lo pasé mal, y me venían a la cabeza imágenes de cuando era pequeño e íbamos al parque; de cuando mi padre venía de trabajar con alguna chuche o se pasaba por el colegio por el patio. Vi a mi madre con la tarta de chocolate en la mesa, o un plato de macarrones que tanto me gustan; la vi en la cocina, la vi limpiando, ayudado por mi padre y luego por mí a medida que iba creciendo; la vi sufriendo por mí, la vi abrazando a mi padre, los vi corriendo detrás de mí, en el despacho del director, en la cama un domingo, esperándome en la puerta porque me había ido de fiesta y aún no había regresado (ya os conté cuando “desaparecí” con la mujer mayor), los vi tan guapos, tan cariñosos, eran tan buenos, y un largo etcétera de imágenes; pues eso, que esos sentimientos no están dormidos, porque son recuerdos, vivencias, que nunca olvidaré, pero no se puede estar pensando en eso todos los días. Pues todas esas imágenes se me pasaron por la cabeza cuando Belen lloraba por los suyos. Aún viéndola así, leí que estaba haciendo el papel de su vida; si parece increíble, pero es cierto, leí que eran lagrimas de cocodrilos. ¿Cómo se puede decir algo así? No te gustará, incluso la “odiaras”, pero decir algo así de alguien que verdaderamente estaba pasándolo mal, me parece de muy mala persona, para mi es lo mismo quienes me dijeron que mis padres continuaban vivos…
Pues bien, tras esa pequeña tempestad, llegó la calma, la paz… no sé cómo explicarlo para hacerme entender, pero tras llorar a lo largo de todo el programa (recuerdo una frase de Mercedes Milá en estos momentos, si lleváramos una cámara las 24 horas cuantas cosas nos podríamos avergonzar, por mal hablados… más o menos decía algo así) pues esto viene al caso porque si yo en ese momento me hubieran grabado, hubierais visto que estaba pasándolo mal en ese momento, pero tras reflexionar, de pensar que ellos están juntos (crea o no en la iglesia, creo que ya lo he dicho muchas veces, no creo), de pensar que fueron felices, que me querían con locura… llega una paz interior que te relaja. Y les recuerdas de otra manera. Tíos intento explicarme lo mejor que puedo, pero bueno, espero que me hayáis entendido.
Pues creo que mi caja por hoy se ha cerrado y sé que se abrirán en más de una ocasión, pero hoy me siento mucho mejor por haberme liberado.
Hasta la próxima, besotazos.
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