Me acaban de despedir de mi trabajo y no sé como decírselo a mi mujer. Nuestro matrimonio no pasa por nuestro mejor momento. Hace tiempo que no mantenemos relaciones sexuales, a penas hablamos, ni tan siquiera nos miramos a la cara. Ella descubrió mi aventura con la camarera del pub de abajo, y aunque prometí que no iba a volver a ocurrir, de vez en cuando nos vemos a escondidas. La primera vez que follemos fue en el almacén; de vez en cuando, antes de subir a casa, me tomaba alguna copa con algunos de mis compañeros y una tarde, Rosa, mi mujer, se había llevado los niños a casa de su madre, ya que ella no se encontraba bien. Yo no tenía prisas en volver a casa y aunque era miércoles, iba a estar solo. Nos tomemos algunas cervezas mientras hablamos de futbol; la camarera, pelirroja, con labios carnosos, buenos pechos, se me insinuaba una y otra vez. Mis amigos me animaban a que me la follara sin remordimientos. La verdad que tenía la polla erecta, y ganas no me faltaban, pero no podía, ni debía de hacer eso; pero la noche era propicia, y pensé que no se iba a enterar; así que tras el cierre, nos fuimos al almacén y allí mismo follemos. Fue brutal, una experiencia sexual enriquecedora. Hacía tiempo que no me sentía tan satisfecho y ella creo que también lo paso bien. Tras aquella tarde, hubo otros encuentros, hasta que un día su jefe nos pilló; esté no despidió a la camarera, ya que también se la tiraba, pero si se lo contó a no sé quién, que resultó que conocía a mi mujer. Dicen que el mundo es un pañuelo, y es tan verdad, como que Rosa me puso de patitas en la calle durante dos semanas. Luego llegaron los regalos, los perdones, que no iba a volver a ocurrir, que lo hiciera por nuestros hijos… y el perdón llegó, pero aunque creíamos que lo podíamos solucionar no iba a ser así. Tras la promesa que nunca más iba a volver a ocurrir, el de dejar de pasarme por allí, un jueves, tras salir de trabajo, lloviendo a cantaros, la pelirroja estaba debajo de mi portal. Iba con una camisa fina, se le trasparentaba el sujetador, estaba calada; se le había olvidado las llaves y estaba esperando a su jefe. Me pidió un cigarro, y el mechero. El roce de sus manos con la mía, me hizo estremecer. Sentí el pene atrapado en el pantalón. Ella no sé corto ni un pelo, me toco el paquete por encima del pantalón. Nos busquemos las bocas y nos besemos allí mismo. Entremos al portal, en el cuarto de contadores volvimos a follar. Tras ese encuentro hubo más, de hecho, nos vemos de vez en cuando, aunque yo no he vuelto a pisar el pub. Mi mujer supongo que no sabe nada, y a estas alturas me da hasta igual. Ya no la quiero, aunque reconozco que tampoco la quiero dejar. Supongo que será por comodidad, también porque no quiero perder a mis hijos. Reconozco que soy un poco miserable, por hacer eso a mi mujer, pero tampoco verías justo tener que pagar a mi mujer una alta pensión, para que ella viviera como una reina. También sé que con la pelirroja solo van a ser encuentros sexuales, de hecho nunca me pidió que dejara a Rosa. No le importó que ella supiera lo nuestro; creo que no le importa nada mi vida.
Sé que no tengo que temer a mi mujer, y tengo que enfrentarme a la realidad. Tengo que contarle la verdad; no que continuo viendo a la camarera, pero sí que hoy me han despedido. Pero más o menos preveo su reacción; volverá a llorar, a decirme que vamos hacer ahora… Ella dejo de trabajar al tener a nuestro segundo hijo. La situación era otra; me habían ascendido a encargado de mi sección, las cosas en el trabajo iba bien, ganaba suficiente dinero y ella quiso dedicarle tiempo a nuestros hijos, a las labores de casa, al menos durante el primer año de vida, ya que nuestros padres no podían ocuparse de sus nietos, y las guarderías se habían vuelto caras; no era esa la cuestión, más bien, que a Rosa no le gustaba dejar al niño con extraños; y más aún tras oír algunos casos en los informativos… y bueno, no me importaba que dejara su trabajo, ya que la casa iba a estar bien atendida, y sinceramente nos lo podíamos permitir. Al principio todo seguía igual. Yo llegaba a casa, algo más tarde de lo habitual, por mi nuevo ascenso; entraba con el recibimiento de mi hijo mayor, con un beso de ella... todo iba bien, pero poco a poco su carácter fue cambiando. Apenas salía de casa, solo para hacer la compra y llevar al colegio a nuestro hijo. Se lo hacía saber, le preguntaba si le pasaba algo, que la encontraba fría conmigo, pero siempre me decía que estaba bien, algo cansada, pero que todo iba bien. No era cierto, pero intenté ayudarla. No se dejaba. Por eso quizás, empecé a follar con la camarera. Parece escusa, pero no lo es; con Rosa ya no mantenía apenas relaciones sexuales, incluso ya no me daba el beso a regresar a casa, y cerraba la puerta del baño cuando me afeitaba desnudo. Había cambiado su carácter y no quería reconocerlo. Y cuando se enteró de mi relación extramatrimonial todo fue a peor. Pensé que lo nuestro había acabado, pero ella quiso perdonarme, un perdón que yo suplique. Pero las cosas no cambiaban entre nosotros dos, ni a mejor, ni a peor, pero la tengo que contar lo del despido.
A las tres y cuarto de la tarde, mi jefe me llamó algo inquieto; me llevo a su despacho, cerrando incluso las cortinas. Era un despacho de estos antiguos, no de estos cubículos que ahora afloran en la mayoría de las empresas. Se sentó en su sillón, importado de Alemania, y apoyando en las manos en la mesa, me dijo, casi titubeando que la empresa iba hacer recortes, que la crisis empezaba afectarles y que asumían el despido improcedente. Al principio pensé que no se trataba de mí directamente, sino que iba anunciarme los despidos de la gente de mi cargo, pero fue todo lo contrario. No iba afectar en principio a ellos, sino a mi solo y otros jefes de otros sectores. Me dio la carta del despido, que esa iba a ser mi última semana, me agradeció mis servicios, que no podían hacer nada… esa misma tarde, llame a la pelirroja y mantuvimos sexo salvaje. Me desahogue sexualmente, evadí de mi mente el hecho de que me encontraba en la calle y pensé en como contárselo a Rosa.
A las diez menos cuarto, subí las escaleras pensativo; abrí la puerta. Nadie me recibió. Ella estaba sentada en la cocina. Llevaba la misma bata de siempre, viendo el mismo programa. Al abrir la puerta me dijo con voz seca que la cena estaba en el microondas, que tan solo la tenía que calentar. Lo encendí, me prepare mi jarra de agua y me senté enfrente de ella; le dije que teníamos que hablar. No dijo nada, tan solo me miró de reojos y continuó viendo la tele como si yo no estuviera allí. Me preparé el plato y ella se fue a la cama. No me dijo nada en toda la noche. Me fui a la cama; estaba despierta, con un libro pero no quiso hablar. Y así durante el resto de la semana, hasta que llego el lunes; yo mientras me veía con mi amante, pensando en dejar todo y marcharme. No irme con ella, sino empezar una nueva vida, alejado de la ciudad, alejado de mi familia, pero pensaba en mis hijos, que les quería con locura, aunque no lo pareciera; pero aquella situación no aguantaba más. Durante todo el domingo pensé si poner el despertador o no; tarde o temprano se lo tenía que decir, aunque no quisiera escucharme. Al final opté por no ponerlo, pero mi sorpresa fue mayúscula; el domingo por la tarde, casi después de comer, en un silencio que aterraba, vistió a los niños, y cara a cara me dijo que cuando volvieran no quería verme en casa. Que sabía que me seguía viendo con la pelirroja, que sabía que me habían despedido y que lo nuestro había acabado. No me dejo replicar y con un portazo cerró la puerta de casa. Me quedé helado por su reacción, pero me di cuenta que era lo mejor para los dos.
Aquella misma noche recogí mi ropa, y marche a casa de un amigo. Al cabo de unos días, me llamó para hablar con más tranquilidad; y así fue, hablemos, lleguemos a un acuerdo. Desde entonces no volví a ver a la pelirroja; a ella le habían despedido del pub y nunca más supe de ella. Yo me marche a trabajar a una granja, junto a unos primos míos pudiendo ver a mis hijos con toda tranquilidad.
Hola Asier,
ResponderEliminarme alegro que al final pudieras publicarla después de los problemas con gmail.
La historia está genial, cada vez te vas animando más y vas escribiendo mejor, con mayor descripción de las cosas y dando mas datos, no yendo tanto al gramo como casi siempre haces. Solo te pongo una pega, hay veces que utilizas un tiempo verbar que creo que es incorrecto, "Nos tomemos algunas cervezas" creo que es tomamos, y así hay varias ocasiones.
Un saludo,
Franek
Hola!! Pues si, resulta que Google ahora ya no se lleva bien con internet Explorer, y lo he podido solucionar Jeje. Digamos que Google quiere que utilicemos solo sus productos!!! Bueno mira Apple y Windows al final parece que hicieron las paces.
EliminarSobre el tiempo verbal tienes toda la razón del mundo, a ver si lo corrijo, pero es que me sale por defecto jejeje!
Gracias a ti por estar ahi
Pues si doy toda la razón a Franek en todo. Cada vez mucho mas trabajados los relatos.
ResponderEliminarY en cuanto a la terminación verbal, jummmmm eso ya estoy cansado de decírtelo jejjejeje
Besotazos nen
Gracias colega!!! Ya sé que en lo verbal tengo esos "defectos" y yo mismo me lo digo, pero bueno intentare mejorarlo jejej
EliminarBesotazos