Entrada Original, Lunes 4 de Octubre del 2010
Hoy he tenido un día raro. El sol brillaba en toda la ciudad de Sídney; ha hecho un buen día de primavera que invitaba a pasear al lado de la playa, esconderse en un parque y tumbarse en la hierba, tomar un café con un buen amigo, o echar un buen polvo con alguien especial; pero hoy tocaba currar y este mes y el siguiente, va a ser duro; no estamos aún en la recta final, pero como si lo estuviéramos y no hay tiempo de entrar en la red, a penas, de tener una charla, de pasear, de escribir… no me quejo porque estoy entusiasmado con todos los anuncios que estoy haciendo; no me puedo quejar.
Los anuncios navideños están tomando forma y el resto de anuncios también. Estamos dando de si a todas las ideas, geniales, todo hay que decirlo, tomando forma, colores y dando brillo con cera a los que estamos terminando para que los clientes estén contentos y nosotros también. Bueno, ya sabéis que el año que viene repito y más marcas australianas quieren trabajar conmigo y eso pues satisface y mucho. Vamos que contentos están.
Pues aunque el sol brillara hoy bajo este cielo esplendoroso, no he podido salir a comer a ningún lugar; hoy he comido, mejor dicho, hemos comido en la oficina, delante del portátil, cogiendo llamadas, una gran locura y apenas sin poder pensar mucho en lo que pasa alrededor. Eso me ha venido bien, porque no me he machacado pensando en el día de hoy, que justo hace un año que desapareció mi mama.
No es que no haya pensado, si dijera eso mentiría, pero no me he comido la cabeza, para que me entendáis y he podido estar concentrado en lo que estaba haciendo en cada momento; pero sí que mi corazón latía con fuerzas, sabiendo que un día como hoy, en Ermua ella "desaparecía" de nuestras vidas. La vida es así, y se tiene que asumir.
Mi mama era muy guapa, tanto de joven, como de mayor. Solo tuvo un hijo, a mí y yo crecí en sus brazos y junto a mis primos. Siempre estábamos con mis tíos y nos llevaba al parque a jugar a las canicas, a la peonza, al escondite, al pilla pilla… eso si que eran juegos divertidos; ahora están enganchados a una consola, a un ordenador, ni casi se relacionan… pero bueno, eso es otro cantar. Pues eso, era muy guapa, una buena madre, que tuvo mucha paciencia conmigo. Ya os conté mi gran travesura; yo de niño era bastante bichejo, nervioso, intranquilo, y jugaba sin parar. No paraba quieto y mi madre me tenía que vigilar constantemente; la verdad que no me mimaba en absoluto y si me portaba mal, que era a menudo, pues no me compraba chuches (a menudo que iba creciendo, me sujete un poco, pero mi inquietud me hacía "crear" e imaginar miles de cosas, y luego llegó mi pubertad y bueno… que os voy a contar que no sepáis)
Pues eso, yo de pequeño estaba con ella; como tuvo la salud un poco frágil, pues dejó de trabajar; cosía en casa y se sacaba algún dinero extra; mi padre trabajaba en Bilbao, y la verdad que tenía un sueldo decente; yo entonces, después del cole, me iba con mis primos a su casa, o al parque con mis primos, y mi madre descansaba un "poco de mi". La verdad que le di bastante guerra, por eso quizás continúo siendo un buen guerrero, y bien armado.
Ella venía también a menudo con nosotros y no me quitaba ojo de encima. Me dio una buena educación, me hizo respetar a todo el mundo, y ser respetado (aunque eso no fue siempre así, pero eso es otra entrada, es otra historia que no creo que cuente; no es poner misterio, pero hay cosas que me quiero guardar para mí). En definitiva, que me cuidaba y mucho, que no mimaba.
Pues mi mama era de piel blanca, un cabello largo, morena, ojos oscuros, guapísima, esbelta; solo gano unos quilos cuando me tuvo a mí y los perdió en seguida. Mi padre igual, era delgado, fuertote y yo he salido a ellos; no engordo ni a tiros, y parte de mi gimnasia, pues por eso estoy así. Los dos, la verdad que eran guapísimos…
Mi mama sí que me tuvo que dar unos azotes en el culete, cuando me portaba mal; ya os he dicho que era un bichejo, ya muy cabezota desde pequeño y me flipaba tener la razón o salirme con la mía; casi siempre lo conseguía, será porque tengo ese don. Pero me explicaba lo mejor posible que hay cosas que no deben, ni puede ser así, y me hacía entender muy bien que no se puede ir así por la vida. Me lo explicaba como un adulto, sin tapujos (el sexo en mi casa siempre lo vimos algo natural y normal, para el tiempo que era, nunca me escondieron nada); me ponía ejemplos fáciles y entendibles para coger el camino correcto. Yo le freía a preguntas y ella, me miraba a veces sin saber que responder, y aunque no me lo dijera en el momento, siempre me respondió a todo lo que le pregunté. Claro a medida que yo iba creciendo, más cabezota, y más ganas de ver la vida tal como yo soñaba tenerla. Muchas cosas cumplidas, otras no, no se puede tener todo, aunque yo tengo todo lo que yo deseé. Eso creo que lo he dejado claro en muchas ocasiones.
Pues eso, que ella me veía crecer y se asustaba un poco, al saber que yo tenía esas ganas locas de vivir; pero no pensó que iba hacerles esas trastadas gordas y tomarme mis aventuras pasajeras o no… no sé, ella se sorprendía mucho conmigo y como conté, disgustos se llevo a miles.
De pequeño esos azotes en el culete, desde mi punto de vista, son positivos. Nunca me dio un bofetón en la cara, ni ella, ni mi padre, eran azotes por mis trastadas. Una vez, con siete años, me quedé en casa "malito", no tenía ganas de ir a la escuela, y bueno me dejó en casa. No estaba enfermo, está claro, y aproveche su ausencia, salió hacer unos pequeños recados y yo aproveche, para jugar a ser tarzan. Me columpiaba en las cortinas de su habitación, cual diana. Al final me las cargué y yo en vez de esconderlas o decir una mentirijilla, me fui al parque, que estaba debajo de mi casa, el pequeño, y me fui a jugar. Allí no había nadie claro, pero si me vio mi tía que se acerco a mí a preguntarme. Le dije que estaba malo pero quería jugar; y le conté sin más lo que acababa de hacer con las cortinas, hechas por mi mama; ella se quedó conmigo y espero ver pasar a mi madre. Le contó lo que había hecho y me gané unos azotes en el culete y un castigo. Casi nunca me castigó, pero si aprendía sus lecciones o al menos intentaba entenderlas.
En otra ocasión, le quise ayudar a cocinar unas magdalenas y por hacer el bobo, tire toda la harina al suelo, y yo ni corto ni perezoso, tire huevos al suelo y me rebozaba en ellos con la harina. Otros azotitos, otro castigo. Otra explicación, otro entendimiento… así podría contar mis travesuras hasta hartarme, jeje.
Pues hoy, de vez en cuando, mientras veía el sol alumbrar mi despacho; tecleaba delante del ordenador informes para enviar a mi Lucía y a mi equipo madrileño, pensaba en ella, en sus azotes, en sus castigos, explicaciones, besos, abrazos, sus mimos, sus caricias, sus cosquillitas, su cara, su mano y las lagrimas se me caían. Recordé sus bellas arrugas, sus manos finas, sus ojos negros, su piel, su cabello, su belleza, su inteligencia, su hermosura…. La recordé mientras escribía en mi portátil; la recordé mientras hablaba con Lucía, mientras me explicaba cómo estaba ella, como iba la maternidad… al final pensé en ella más de lo que he dicho aquí. Al final pensé en ella más de lo que yo pensaba. Quizás el trabajo me ha hecho creer que apenas había pensado en ella, pero escribiendo esto me doy cuenta que si pensé en ella, porque se lo merece, porque la quiero con locura y a una madre nunca se le olvida.
Mama, nunca dejaré de pensar en ti, siempre estarás en mi corazón, en mi mente. Mama, hoy te digo que te quiero, como te lo solía decir, aunque a veces te chinchaba para reírme un rato contigo; mama, sin más, te quiero.
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