viernes, 17 de abril de 2020

MINI RELATO ERÓTICO IX

Me encontraba de nuevo en Nueva York por mi trabajo, y el primer fin de semana, salimos a cenar un grupo de amigos; primero nos fuimos a tomar unas copas de vino, y luego me llevaron al barrio italiano, a un restaurante, que llevaba muy poco tiempo abierto; como ellos saben que me chifla la pasta y conocen a uno de los dueños, no tuvimos problemas en tener reserva. La cena fue espectacular y el postre increíble. Tras pagar la cuenta, entre todos, nos marchemos a tomar unas copas y mi pensamiento era, que tras tomarme un par de ellas, regresaría para mi loft, ya que no quería trasnochar; pero tras la segunda copa, llegó una tercera, diciéndome a mí mismo que iba a ser la última. Pero no fue así, ya que al final me convencieron, por decirlo de alguna manera, que debíamos de ir todos al local del marido de uno de mis mejores amigos, que residen allí desde ya hace unos años. Yo todavía no había ido, pero como iba a estar bastante tiempo por la ciudad, me pareció que había tiempo de sobra, y que tampoco lo iba a dar todo en mi primer fin de semana.


Pues menos mal que les hice caso, porque aquella noche conocí a una pelirroja espectacular. Estábamos bailando, y haciendo el ganso, cuando uno de mis colegas, me comentó que una de las mujeres de un pequeño grupo que teníamos cerca, no me quitaba ojo. Llevaba un vestido negro, que le quedaba a la perfección; un cuerpo espectacular, una melena pelirroja, una silueta como si la hubieran dibujado y un buen par de tetas (que luego al tocarlas, chuparlas, supe que eran naturales) y aunque no las hubieran sido, hubiera actuado igual. Pues no me lo pensé dos veces y me acerqué a ella, la pregunté el nombre, nos miremos fijamente y ambos ya supimos que íbamos a follar. No hablemos mucho más, tampoco nos hacía falta, así que nos besemos, y mis manos fueron a sus tetas casi de forma automática, y la suya a mi paquete, que ya endurecido, se llevo una grata sorpresa: recuerdo bien sus palabras en español: tienes un gran pollon. Simplemente sonreí, asentí pícaramente y le dije que me gustaba mucho su acento norteamericano.


Me despedí de mis colegas, ella de sus amigas y nos fuimos directamente a mi loft; nos montemos en un taxi, y como casi fuéramos adolescentes, nos dimos el lote, pero tampoco sin montar el espectaculo.


Pues ya en mi loft, me comí sus pechos con muchisimas ganas; que bonitos, que perfectos, que sabor... quería disfrutarlos; vamos que si los disfruté. Luego pasé a sus labios, dándoles pequeños mordiscos, mientras le manoseaba bien; luego pasé a su coñito, bien rico, y me lo comí enterito. La hice disfrutar. Ella no se quedó atrás, deseando quitarme el pantalón; no la había dejado, porque quería que se impacientara, aunque mi rabo respiraba bien dentro del pantalón y estaba algo incomodo con la erección, pero lo hice aposta. Cuando terminé de hacerla gozar, ella me hizo gozar a mi; ya no llevaba la camisa, así que, palpando por encima del pantalón, no esperó más, me los quitó y por encima del gayumbo, me sobaba bien el cipote. Me gustaba ver sus caras, me gustaba sentir sus manos en mi paquete; me los quitó, se puso de rodillas y empezó a comérsela. ¡Buah!, menuda mamada me hizo, como me estiraba los huevos, como si me conociera anteriormente; se la metía en la boca con mucho gusto, y fue cuando me dijo: nunca había visto un gran pedazo de rabo como el mio y que aparte de grande, era bonito. La sonreí y la cogí de la cabeza, para seguir follandola la boca. Le di buenos pollazos, tanto en su cara, como en sus dos tetas, y ya bastante más encabronado, hiper cerdo, la cogí en brazos para llevarla a la habitación.


Una vez en la cama, hicimos un buen 69; jugaba con sus labios inferiores, con su clítoris, mientras ella jugaba con mis pelotas, estirandolas, chupandolas, oliendo mi rabo, mamandolo... luego se puso encima, cabalgandome, mirándonos, viendo sus tetas rebotar, dejándome llevar, para luego llevar yo las riendas. Me cabalgó, luego, haciendo la cucharilla se la metí, tanto por el culo, como por su coño y tras disfrutar durante un largo periodo de preliminares, de folleteo del bueno, me pidió que me corriera en su cara. Me quite el condon y me corrí en sus pechos; una gran lefada, que ella gozó, chupandoselos, y jugando con mi lefa, sin pensarselo, se levantó y me besó. Esa me volvió a encabritar, y poniéndome un nuevo condón, la puse a cuatro patas, y me la folle a saco. Me volví a correr, ella también. Hubo un tercer polvo en la ducha y tras fumarnos un cigarro, nos despedimos sin intercambiarnos los números de teléfonos.


Unas semanas más tarde, de aquellos polvos épicos, que más de una vez me hice unos buenos pajotes recordandolos, sintiendo mi lefa por mi cuerpo, echándola en el suelo, en mis manos, vamos unas buenas lefadas pensando en ella, limpiandome el rabo como si lo hiciera ella... solo de pensalo empalmo. Pues bien, tras ese tiempo transcurrido, y una vez más, queda demostrado que el mundo es un pañuelo, coincidimos en uno de los trabajos de publicidad. Cuando la conocí, como ya bien he contado, apenas hablemos, y menos de nuestros trabajos, ni tan siquiera me preguntó que hacía en Nueva York, pensando seguramente que yo estaría de vacaciones; yo tampoco le pregunté a ella, y ni tan siquiera nos intercambiemos los números... aunque tras este reencuentro si:


Imaginaros una sala de reunión de cristal, la que habéis visto en muchas películas; yo estoy hablando, intercambiando ideas, y de reojo, veo un cuerpazo pasar, con un vestido rojo, unos buenos tacones... y sin saber muy bien si era ella o no, hasta que entró en la sala donde nosotros estábamos. Nos miremos, una gran carcajada, y ahí fue cuando nos preguntemos casi a la vez, que hacíamos ahí. Tras la reunión, nos fuimos a tomar un café y empecemos hablar, ya más temas personales, laborales, vamos una charla, en mi caso con un té rojo y ella una taza de café. Pero tras la charla, quedemos para cenar, luego follar, luego hablar, luego follar y así empecemos a tener una bonita amistad, convirtiéndose en una buena folla-amiga; aquella no fue nuestra única colaboración, sino después hubo más y si ella necesitaba un publicista, pues me llamaba, y viceversa. Y los días, tardes, noches, madrugadas, fin de semanas de buen sexo, se enriqueció.


A día de hoy perdura. 









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