viernes, 25 de mayo de 2012

SU NOMBRE (FICCIÓN)


Hoy sin querer, he averiguado el nombre del novio de la persona que amo. No hubiera querido saberlo, lo hubiera preferido, pero ha sido ajeno a mí. Días atrás le había confesado todo lo que sentía por él; fui algo cobarde ya que no me atreví a decírselo a la cara, aunque luego sí. Llevaba tiempo dándole vueltas, si debía decírselo o no, si tenía que olvidarme de él y conformarme con su amistad; tampoco es que fuéramos muy amigos, más bien éramos compañeros de trabajo, pero si había cierta complicidad. Desde que le conocí me gusto, y el verle día tras día, de haber tomado unas cervezas después del trabajo, pues le fui conociendo. Él es muy tímido, más que yo, y me encanta su forma de ser. Poco a poco, sin saberlo o no queriendo reconocer, me fui enamorando de él;  Andrés sabía que de sobras que yo sentía algo por él; me enteré cuando se lo confesé; quizás se me nota más de la cuenta, aunque nadie directamente me ha dicho nada, no sé si alguien lo sabe. La verdad que me da igual, nunca he escondido mi homosexualidad, y tampoco lo voy hacer a estas alturas en mi lugar de trabajo. Supongo que hay chismorreos, como en todos lados, pero no me preocupa lo más mínimo; cierto es que no me ha llegado ningún tipo de rumor, pero tampoco voy preguntando si tal persona está casada, separada o con quien folla cada uno. No soy así. No me interesa, no me preocupa, siempre he defendido la libertad de cada uno, de hacer, decir lo que quiera. Y si me hubiera enterado de que hablan de mí, quizás me hubiera pronunciado al respeto, o quizás hubiera hecho lo que ellos dicen de mí, para joder un poco más. Pero como no ha sido así, no vale la pena ni pensar si alguien más lo sabe o no.
Tras darle vuelta, de pensar en él en casa, tome la decisión, quizás la menos acertada, pero si la más efectiva. Debí decírselo a la cara, antes de escribir el correo que le envíe. Pero no me atreví, así que escribí el correo la noche anterior en mi teléfono; le dije lo que sentía por él, y lo guarde en el borrador, dudando de enviárselo esa misma noche o esperarme al día siguiente. Era casi perfecto, porque después del segundo puente de mayo, él se marchaba de viaje, así que si leía mi correo, algo tendría que decirme, luego “desaparecía” varios días y las cosas estarían calmadas.
Esa noche a penas dormí, por la emoción que sentía, los nervios, como un puro adolescente; a la mañana siguiente, tras la ducha matutina,  mire de nuevo el móvil para leer el correo que le iba a enviar. Tenía claro que lo iba hacer, justo al llegar, cuando viera que se levanta, y enviárselo. Su móvil lo tengo, pero eso él no lo sabe. Un día, hacía las dos y cuarto, una compañera le pidió a su amigo si le podía facilitar el teléfono, ya que necesitaba hablar con él sobre un asunto. Mientras se lo dio, yo disimulando, me lo apunté. Una vez le llame con el  número oculto, no me lo cogió, pero tampoco me hubiera atrevido a decirle nada. Hubiera colgado. No sé, cometí aquella estupidez. Tampoco tengo su correo personal, ya os dije que solo éramos compañeros de trabajo, aunque si había cierta complicidad.
El viaje en metro, unas seis paradas, se me hizo eterno. El conectar el ordenador también. Estaba nervioso, deseando enviar el correo, saber su respuesta, ver su reacción, comprobar la mía; al final tarde algo más de lo previsto, pero le di al envío casi con los ojos cerrados; el corazón se me aceleraba al pensar que en aquella mañana me iba a decir algo, que iba a saber lo que deseaba, desde hace tiempo… hasta que llego el momento. Me escribió por el “chat” interno, para decirme que si tenía unos minutos para hablar. Nos fuimos al hueco de las escaleras y allí me declare. Le dije que sentía si le había mandado antes el correo, pero que no había tenido otra manera de hacerlo, ya que soy bastante tímido. Le dije que me gustaba desde hace tiempo, que quería tener algo serio con él; evite la palabra amor, enamorado y no sé por qué. Su respuesta fue clara: que ya sabía eso desde hace tiempo, que le alaga pero que está ya comprometido, que si hacía falta podía contar con él con lo que hiciera falta y esas cosas típicas que se dicen en momentos así; pero él las dijo de corazón, se notaba en su timbre de voz, en su mirada. Incluso me confesó que yo le gustaba también, pero que no podría ocurrir nada entre nosotros, ya que él estaba feliz con su pareja. Nos dimos un abrazo, unos besos, incluido en la boca.
A partir de ese día nos seguimos tratando igual, nada ha cambiado y así ambos lo deseamos. Es cierto que nos buscamos más con las miradas, ahora ya tengo su móvil y su correo personal. Pero nunca he preguntado por él, ni el tiempo que llevan; no quiero saberlo. Y hoy tras la vuelta de su viaje, he sabido que se llama Jose. Esto me ha dejado desolado. Os preguntareis el porqué, es sencillo. Saber su nombre significa que existe.

4 comentarios:

  1. Hola Asier, esta muy bien, transmites perfectamente los sentimientos del personaje en cada momento. A ver si un dia te animas y publicas un libro.

    Un saludo,
    Franek

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  2. Las historias son asi, tristes, alegres, como la vida misma

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